lunes, 5 de enero de 2015

Variación con Transexuales de El Descenso.

Estaba en mi habitación absorto en mis preocupaciones, mediocres y estúpidas, cuando se me presentó Lucifer. Estaba vestido de elegante negro, jersey negro y pantalón vaquero negro. Efectivamente, ella estaba, Lucifer, realmente buena. Seductoramente se fue desvistiendo mostrando la perfección de un cuerpo hecho para el pecado y después, cuando la luna la bañaba de aceite de nácar, se puso a mover las caderas y la cintura al compás de algún ruido lejano. Me dijo entonces, Francisco, quiero una versión con transexuales de El Descenso, y yo, obediente, sumiso, esclavo a sus resoluciones, busqué a la simpar Bibí para situarla en la macabra espiral, luego pensé que necesitaba a un transexual no operado y más tarde la espantosa y pavorosa imagen que visioné un día en un sexshop de un hombre con barba y vagina vino a mi mente con todos los aditamentos de mi terror a la castración. Pero la hélice se abre al vacío, escalón tras escalón, ónice sobre ónice, jade sobre jade, arista sobre arista, la boca giratoria ilimitada se descubre con miles de aspas, una tras otra, de perfecto mármol, granito, porcelana. Y ellas suben, desnudas, los falos cuelgan sin erección entre las piernas depiladas y ellas, las piernas, sobre los tacones plateados, en un equilibrio inestabilísimo, marcan un tango sin pareja o un vals de pianos dementes en la espiral, que tiembla de purísimo vértigo. Los redondos senos, aceitosos y brillantes, duros y bamboleantes, estriden contra los grandes falos, y las cabelleras rubias y morenas se agitan al viento que por el infernal tubo pide fantásticos cuerpos de ángelesdemonios, de demoniosángeles, líneas de sexo sobre dorados tacones, que pisan, que golpean cada rabioso peldaño. Chupa el salvaje animal, el frenético caracol, la arista, el multitudinario diente del tornillo, y Andrómeda, de ampulosas tetas, cuerpo fabricado para el marasmo, húmedo como el musgo en otoño, sube con delicadeza y miedo y, al pavor de la escala, opone el sublime artificio de su cuerpo hermafrodita, galáctico. Los desnudos senos, las cabelleras opalinas, los muslos sudorosos, mojados como por la eterna lluvia, las largas pestañas, los ojos maquillados de un violeta misterioso, se eclipsan ante el esófago, que lleno de espinas a tocar jura que obtendrá para sí la estrambótica hermosura andrógina. Oh los culos que suben por la infernal pared, con el lunar que abre la carcajada a los cuatro vientos, y ellas, ellos, subiendo por la elipse, mostrando su extática forma mixta, bailando en el filo curvo de un alfanje. Y las náyades hermafroditas que, obligadas, suben por la estructura del hueco, ponen el contrapunto de un extraño instrumento de música. Esmeraldas rabiosísimas, lilas furibundas, y plumas de erizados pavos reales, para las híbridas y dionisíacas panteras. Hermes y Afrodita, obligados a ascender por la hélice tocan, tañen, cada escalón y el arpa abre al pavor un mundo submarino lleno de conchas iridiscentes. La Drag Queen obesa, barbuda, con plumas de avestruz rosas asciende por la espiral con la difícil resolución de lo imposible señalando, en el ámbito del peligro, un escarnio de carne y lapislázuli. Cumplido el mandato de Satán puse término a la ascensión de los agridulces lirios, escrito en letras amarillas se podía leer la palabra Corrupción.

Octubre 15, 2006


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