martes, 20 de enero de 2015

La Raflesia. Ampliación.

WASHINGTON (Reuters) - Es la flor más grande del mundo, y puede que también la más hedionda. Ahora, los científicos han usado el análisis genético para resolver el viejo misterio del linaje de la flor 'Rafflesiaceae', conocida por su flor roja de un metro de ancho y su olor nauseabundo. En la revista Science del jueves, un equipo de investigadores dijeron que la rafflesia - descubierta en una expedición científica de 1818 a la selva de Sumatra - proviene de una antigua familia de plantas de flores pequeñas. De hecho, muchas de sus primas botánicas tienen flores milimétricas. Esta familia, llamada 'euphorbiaceae', incluye también a la flor de Pascua, la campanilla irlandesa y otros cultivos como el árbol del caucho, la planta del aceite de castor y el arbusto de la yuca, dijeron los investigadores. Las extrañas características de la rafflesia han confundido a los científicos, que no sabían donde colocarla en el árbol genealógico botánico. Es un tipo de "forajido" botánico - una planta parasitaria que roba los nutrientes a otras. "Es un planta realmente extraña", dijo el biólogo de la universidad de Harvard Charles Davis, que encabezó las investigaciones. La planta vive en medio de enredaderas tropicales, donde sólo su flor es visible. Carece de hojas, brotes y raíces, y no emplea la fotosíntesis, el proceso que usan las plantas para aprovechar la energía de la luz del sol. La flor rojiza puede llegar a pesar 7 kilogramos. Huele a carne corrompida e incluso puede emitir calor, quizás mimetizando el de un animal recién muerto para seducir a las moscas de la carroña que la polinizan. Hay varias especies de la flor en las selvas de partes del sudeste de Asia, siendo Borneo el centro de su diversidad, dijo Davis.
/Por Will Dunham/

La Walfreschia.

Walfresia espantosa, carne de flor y flor de carne. Bajo un arpegio de aroma inmundo, caliente atracción del díptero mórbido. Roja corola nauseabunda, mixtura de pordiosero, exhalación de pestilencia, templado arcángel repugnante. Rara orquídea de demonios blasfemos, brutal naturaleza, exhibición impúdica del simulacro, horrible y estrambótico camaleónido vegetal. Mimetismo del cadáver para el molesto insecto. Víbora que te nutres del frondoso árbol, parásito y disfraz sobre el atlante. Apenas germinada para la repulsión y el asco, flor de muertos, corola de cadáveres, caliente como un perro fallecido, muestrario de dulces para las moscas, casa del tábano. Tu rojo pétalo exuberante y asqueroso, hacia el cielo invita a la Tsé Tsé maligna, y, en pleno acto fecundante, obsequias al ponzoñoso artrópodo con una delicia de putrefacción salvaje. Bajo la selva que te oculta, tu enfermiza presencia, se abre como una profanación de tumbas, tal una pústula que hiede, y así, anfitriona, invitas al moscón testicular a un quebranto de linfa para tu propia cópula. Rival inmundo de la fragancia de la rosa, brutal antítesis de la victoria de la orquídea, geranio pestilente sin Andalucías, profanación de la esmeralda catedral selvática, rata y flor, flor y rata, gargajo mimético, vómito esplendoroso de la natura, aberración de lo hermoso. Flor iguana, flor reptil, flor hongo, flor cadáver, flor fango. ¡¡¡Cómo atraes el observador naturalista¡¡¡ siendo execrable y despreciable y repulsiva. Asomándose a los infiernos se te quiere, y se le exige protección al mundo, para ti, que eres la demencia, un abrevadero de malignas aves, un nido frondoso para las larvas, para el huevo del díptero criminal. ¿Qué composición de arcángeles y música edulcorará tu abyecta naturaleza?, ¿cómo aromar tu pestilencia triunfante, oh antítesis de los jazmines, reflejo convexo y paranoico de la rosa?. ¿Qué música de Juan Sebastián Bach adjudicarte?, ¿qué tremolación de teclas de piano?, ¿qué carmesíes trompetas?. ¿Cómo teñirte?. Pero bendita seas, a pesar de todo. Como una amapola blasfema, carroña floral llena de bichos, elevas hacia la atmósfera un espasmo de muerte y hedor. Infernal asfódelo en el verde tenebroso de Sumatra. Una orgía de moscas ninfómanas bascula en tu lengua pútrida, rosa jamás rosa, mientras perfumas el bosque cantando cual un ruiseñor deforme de pico de estiércol. Hacia ti van por el olfato los tábanos rabiosos, y sobre ti sexúan en una demencial inflorescencia sin descanso. Lengua. Lengua hecha amor a lo depravado, brutal queso de roquefort botánico, carne mutilada que se adorna de artrópodos, cópula arquetípica de los dípteros, antítesis de la flor del mandarino. Contrario ser y paradójico, de horrible naturaleza, tu esencia es fétida, pétalo y sépalo de cisternas, flor inodoro exhalante. ¿Qué armonía de claves dulcísimos podrá ocultar el hipócrita espanto de tu presencia, indecorosa?. ¿Qué acorde de mínimos violines podría disfrazar el alma que ebulle de tus hojas?. ¿Qué melodía obsequiaría su perfume de transidos canarios a un pétalo de excremento sin disimulo?. Y sin embargo, bendita seas, a pesar de todo. Emergiendo de lo oculto como la sorpresa, proclamando la victoria de la náusea, gritando del triunfo de lo feo, hermosa que asesina pituitarias, como un rencor de bronce y escarlata. Apoteosis de lo bien y lo mal hecho, creación de algún Dios enloquecido, figura de un carnaval de sacrilegios. Puerca, curiosísima, y bendita. Si te extinguieses, los tábanos, en bandadas enfurecidas, buscarían presas vivas en las que depositar sus carnívoras larvas, y la infección arrasaría la esfera. Si no existieses, como mancha de aceite sobre pergamino, el díptero que fornica sobre tu cuerpo daría muerte al mundo. Quizás.

Enero 14, 2007


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