La mariposa de los desiertos, la
Sfinge genotrix, un insecto que rara vez podrá ser visto por ser humano alguno.
¿Por qué?, porque su periodo de incubación es de veinte años y su habitat las
inmensas y arenosas extensiones amarillas del Sahara. Una especie no ya en
estado de extinción sino totalmente desaparecida. Unas alas blancas en las que
se abren dos grandes ojos de fuego tornasolado. Y una larva negra que crece
bajo la arena, alimentándose de las raíces de la vegetación. Diez centímetros
cuadrados de brillantez absoluta cuando sobre el ámbar sin límites de la
planicie desértica atraen desde lejos como pequeños broches de relámpagos a los
que intentan coleccionarlas. Habrá veinte ejemplares vivos en todo el mundo.
Por eso he venido desde lejos allende los espacios siderales. La humanidad que
está dispuesta, sazonada para el holocausto, con sus dientes rabiosos y ebria
de ambición no permite la supervivencia de ese ente, yo me encargaré de
llevarlo a una reserva apropiada. El marciano baja de su aerotransporte,
enchufa el visor, la arena está ardiendo, conecta el módulo de invisibilidad y
empieza a caminar frente a las rocas. Ha observado la Margantia effresia, la
margarita del Sahara, de sus raíces se alimenta la Sfinge genotrix, se
arrodilla ante ella y conecta su observador, allí está se dice, la pupa entre
las raíces, la crisálida, de seda verde, dura y correosa. Ha de tener cuidado
mientras escarba de no hacer daño a la Margantia, tres años lleva buscándola,
más toda una eternidad por todo el universo buscando, coleccionando,
recolectando especies en peligro. Es tarea fácil, las rojas selvas de Amberión
son más complicadas, la Tierra es un planeta muy simple en comparación. Por fin
arranca el capullo, como es invisible pareciera que una fuerza fantasmal y
cósmica está trabajando sobre una margarita azul como un viento sin contorno dejando
la maraña de raíces al descubierto. Pero no es un asesino, vuelve a resembrar
la Margantia, saca un poco de agua de un receptáculo y lo vierte sobre el
vegetal. Decide volver a su aerotransporte, la arena ya no arde, hierve, el
calor es un demonio que baila contagiado de rabia. Llega a la aeronave. Lleva
en un bote pegado a su traje de campaña la crisálida de la mariposa. Ahora
tiene que abandonar el planeta Tierra. La aeronave de golpe se eleva, los
potentes motores electromagnéticos del artefacto la ejecutan por los aires con
una velocidad jamás alcanzada por los humanos. Ya se aleja del planeta Tierra,
una bomba termonuclear de sesenta kilotones estalla sobre Moscú. Praderas
infinitas y azules de Margantias están sembradas por todo el planeta, es como
un mar de flores añiles, como un atardecer invertido que se haya desprendido
del cielo. El marciano deposita bajo la tierra el capullo que lleva en un bote.
Se le ve la piel al alienígena, grandes tatuajes violetas lo marcan, tiene los
ojos verdes intensísimos sin fondo blanco, con ternura observa la belleza añil
de la extensión mesetaria. Entre la Margantias corre feroz el tigre de
Amberión, iracundo como una brutal exhalación de la violencia, es hora de
marcharse, se acerca espantoso entre las margaritas, es hora de marcharse.
Octubre 15, 2006
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