sábado, 3 de enero de 2015

El Muñeco de Nieve.

Acabábamos de matar al muñeco de nieve cuando brotó el primer interrogante ¿qué hacer con el cadáver?. Habíamos asesinado al muñeco de nieve, el clásico muñeco de nariz de zanahoria y tres bolas, mediante un hachazo descomunal, y ahora surgía la pregunta de qué hacer con el cadáver. Su cabeza, separada del cuerpo, sonreía abyecta y desafiantemente como diciendo: ya ya ya, ya podréis hacer lo que sea que la policía y el Grupo de Defensa de los Muñecos de Nieve (GDMN) os seguirán los pasos hagáis lo que hagáis. La cosa se ponía seria por momentos, en nuestro grupo un ángel de silencio, de alas precisamente de nieve purísima, sobrevoló callándolo todo y a todos, y un cirio de sándalo perfumante encendido en el comedor se apagó de golpe dejando un soplo de humo, fantasmal y serpentiforme. Alguno de nosotros pensó en esperar a la mañana. El sol haría por nosotros más que ningún otro aliado, justicia solar para la nieve pura, bálsamo de calor para los cuerpos de hielo. Pero no la teníamos todas con nosotros. Es más, no cabíamos en nuestro pellejo de miedo. El GDMN es un grupo de paranoicos terrible, lo he visto actuar y sus malos modos , la justicia que practica al modo de Lynch, expeditiva y tremebunda, y el castigo que imparte es abracadabrante. Durante una media hora estuvimos detenidos en aquel cónclave decidiendo, con miedo, qué hacer con el descabezado muñeco de nieve. Alguien, bastante truculento, pensó en deshacerlo del todo a base de hachazos y golpes hasta que solo fuera nieve tan nieve como la nieve que rodeaba el jardín. Luego nos desharíamos de la zanahoria, haciendo un sabroso puchero, y guardaríamos el sombrero de copa encima del armario. Vomitamos. Era demasiado aquello, éramos asesinos pero no éramos tan asesinos como para profanar de aquella manera la nívea escultura, hubiese sido un desacato a los Derechos Muñeconaturales. Aquella no era una buena idea. Otro de nosotros pensó en recomponer de nuevo el muñeco pegando de nuevo la cortada cabeza a su tronco. Pero ¿y si el muñeco hablaba?, ¿y si contaba el espanto que había sufrido a nuestras manos?, ¿y si se iba de la lengua?, ¿qué haría con nosotros el GDMN?. En fin, en todo eso estábamos cuando desde las estribaciones de la sierra, en lontananza, se levantó una borrasca de aire caliente y húmedo desproporcionado, y empezó a chorrear desde el cielo y a llover a mares. Toda la nieve fue acuchillada por el agua y el muñeco de nieve empezó a desaparecer. Se derritió como si nunca hubiese existido, como si nunca lo hubiésemos fabricado, exactamente igual a un aborto, o como un verso mal escrito que es repudiado por su autor antes de ser impreso. Con la lluvia, la salvadora lluvia, llegó su disolución y nuestro descanso. A la mañana siguiente ocultamos la bufanda mojada y el sombrero de copa. Con la zanahoria hicimos una ensaladilla rusa riquísima y aunque un inspector del GDMN apareció por nuestra casa con su cara esfingítica y esaborida, sospechando, malage y riguroso, severísimo y desconfiado, volvió sobre sus pasos sin haber cazado nada, ni haber podido demostrar nada. Mucha lluvia cayó deshaciendo aquel cuerpo y borrándolo igual que se borra el garabato hecho a lápiz de un niño pequeño con una goma de nata. A nosotros sólo nos ocupó aquello la deliciosa ensaladilla rusa que degustamos con pasión. Habría que hablar también aquí del problema que tienen los chavalillos con el GDDG, (Grupo de Defensa de los Garabatos), pero eso es harina de otro costal.

Septiembre 12, 2006


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