Acabábamos de matar al muñeco de
nieve cuando brotó el primer interrogante ¿qué hacer con el cadáver?. Habíamos
asesinado al muñeco de nieve, el clásico muñeco de nariz de zanahoria y tres
bolas, mediante un hachazo descomunal, y ahora surgía la pregunta de qué hacer
con el cadáver. Su cabeza, separada del cuerpo, sonreía abyecta y
desafiantemente como diciendo: ya ya ya, ya podréis hacer lo que sea que la
policía y el Grupo de Defensa de los Muñecos de Nieve (GDMN) os seguirán los
pasos hagáis lo que hagáis. La cosa se ponía seria por momentos, en nuestro
grupo un ángel de silencio, de alas precisamente de nieve purísima, sobrevoló
callándolo todo y a todos, y un cirio de sándalo perfumante encendido en el
comedor se apagó de golpe dejando un soplo de humo, fantasmal y serpentiforme.
Alguno de nosotros pensó en esperar a la mañana. El sol haría por nosotros más que
ningún otro aliado, justicia solar para la nieve pura, bálsamo de calor para
los cuerpos de hielo. Pero no la teníamos todas con nosotros. Es más, no
cabíamos en nuestro pellejo de miedo. El GDMN es un grupo de paranoicos
terrible, lo he visto actuar y sus malos modos , la justicia que practica al
modo de Lynch, expeditiva y tremebunda, y el castigo que imparte es
abracadabrante. Durante una media hora estuvimos detenidos en aquel cónclave
decidiendo, con miedo, qué hacer con el descabezado muñeco de nieve. Alguien, bastante
truculento, pensó en deshacerlo del todo a base de hachazos y golpes hasta que
solo fuera nieve tan nieve como la nieve que rodeaba el jardín. Luego nos
desharíamos de la zanahoria, haciendo un sabroso puchero, y guardaríamos el
sombrero de copa encima del armario. Vomitamos. Era demasiado aquello, éramos
asesinos pero no éramos tan asesinos como para profanar de aquella manera la
nívea escultura, hubiese sido un desacato a los Derechos Muñeconaturales. Aquella
no era una buena idea. Otro de nosotros pensó en recomponer de nuevo el muñeco
pegando de nuevo la cortada cabeza a su tronco. Pero ¿y si el muñeco hablaba?,
¿y si contaba el espanto que había sufrido a nuestras manos?, ¿y si se iba de
la lengua?, ¿qué haría con nosotros el GDMN?. En fin, en todo eso estábamos
cuando desde las estribaciones de la sierra, en lontananza, se levantó una
borrasca de aire caliente y húmedo desproporcionado, y empezó a chorrear desde
el cielo y a llover a mares. Toda la nieve fue acuchillada por el agua y el
muñeco de nieve empezó a desaparecer. Se derritió como si nunca hubiese
existido, como si nunca lo hubiésemos fabricado, exactamente igual a un aborto,
o como un verso mal escrito que es repudiado por su autor antes de ser impreso.
Con la lluvia, la salvadora lluvia, llegó su disolución y nuestro descanso. A
la mañana siguiente ocultamos la bufanda mojada y el sombrero de copa. Con la
zanahoria hicimos una ensaladilla rusa riquísima y aunque un inspector del GDMN
apareció por nuestra casa con su cara esfingítica y esaborida, sospechando,
malage y riguroso, severísimo y desconfiado, volvió sobre sus pasos sin haber
cazado nada, ni haber podido demostrar nada. Mucha lluvia cayó deshaciendo
aquel cuerpo y borrándolo igual que se borra el garabato hecho a lápiz de un
niño pequeño con una goma de nata. A nosotros sólo nos ocupó aquello la
deliciosa ensaladilla rusa que degustamos con pasión. Habría que hablar también
aquí del problema que tienen los chavalillos con el GDDG, (Grupo de Defensa de
los Garabatos), pero eso es harina de otro costal.
Septiembre 12, 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario