La noche anterior a mi
participación en la historia hice el amor con X, sobre su cuerpo de nácar y
seda, brillante y flexible, probé el deleite del fuego y la sangre, bebí el
vino hasta embriagarme y ya borracho me quemé a mi mismo para olvidar su
hermosura. Tenía que conseguir la condena a muerte de un enemigo. Sólo las
penas de muerte escritas en tinta de Scrofa sirven, sólo en los escritos en los
que dicha tinta brilla se complace el Innombrable. La casta sacerdotal de Ostra
lo invoca, tinta de Scrofa, Scrofa orientalis, la mariposa de las alas negras,
que apesta de una manera infernal y provoca la náusea, y sangre humana. Para
las invocaciones lo peor y lo inmundo. Partí hacia Saturnalis IV, dos soles
violetas relucen sobre su circunferencia, selvas e insectos, profundas selvas
que no conocen la piedad, en ellas todo devora a todo, nada perdura, y el diabólico
alacrán compite con la demoníaca tarántula, y ésta a su vez con la espectral
mantis, visión espantosa de la lucha por la vida que fagocita hasta los
excrementos. Enfermé de Maladía, mi cuerpo se llenó de pústulas sangrantes,
tuve que regresar a Ostra por tratamiento médico, sané, pero mi cuerpo está
lleno de deformantes cicatrices y parezco un monstruo, yo, que era el rey de la
belleza, disminuido hasta la esfera de lo repugnante, pero tenía que consumar
mi venganza sobre mi enemigo, tenía que regresar a Saturnalis y capturar el
Omniforo. El Omniforo, el aborrecible y salvaje Omniforo, mitad pantera, mitad
ser humano, engendro incestuoso de la larva con el ángel, que exhala olor a
podrido y que se alimenta de cualquier cosa, como un voraz híbrido de tigre y cerdo.
Tenía que capturarlo vivo y arrancarle los testículos, sin perder la vida, la
miserable vida. Comencé la cacería, me llevó semanas, perdí tres de mis hombres
en el empeño. Fracasé. Volví de nuevo a Ostra, trafiqué con droga para
financiar una nueva expedición, prostituí mi boca a los sodomitas, valgo una
náusea, obtuve el dinero. Me miraba de frente el Omniforo, visión abyecta de lo
natural, pero no aparté la mirada, vencí al terror y cayó en la red de láser,
se retorcía con un paroxismo próximo a la demencia, yo perdí una mano pero la
orquídea violeta de su masculinidad cayó en mi poder. Obtuve el concentrado de
esperma. Con el concentrado de esperma cultivé la Amanita cesalpoide, diez
bandejas de repelentes Amanitas cesalpoides para las larvas iracundas de la
Scrofa, meses para conseguir cinco mariposas negras. Después escribí con la
asquerosa tinta la invocación. Esta noche ha venido a verme el Innombrable,
traía la cabeza cortada de mi enemigo, su sola visión ha causado mi ceguera,
soy ahora un deshecho humano ciego, deforme, horrible, despreciable y sin
moral, subsisto de las limosnas de los sacerdotes. Toco la flauta de tres sonidos
a la entrada del templo.
Octubre 15, 2006
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