El lujoso y grueso tomo
descansaba en la mampara del kiosco como una mariposa en una caja de cristal.
Claro que lo bello de una mariposa poco tiene que ver con un cerdo o con un
rinoceronte. Vuelvo a meter la pata porque los rinocerontes son animales
bellísimos, unicornios rotundos con la fuerza del huracán. Pero en fin, era un
autor de fama mundial, yo no andaba aquel día bien de pelas, y me decidí a
comprarlo aún a sabiendas de que un libro no me iba a servir absolutamente para
nada en mi actual situación, que debía de gastar el dinero en cosas más
gratificantes o sencillamente ahorrarlo para tiempos peores. El vendedor, un
personaje que me cae particularmente mal porque es de un equipo futbolístico
contrario al mío, puso cara de victoria al vendérmelo entre suspiros
desesperados (aunque silenciosos) de estar haciendo un esfuerzo sobrehumano en
trabajar para mi. Así que me llevé aquel tomo completo de las obras de Julio
Cortazar, tomo que sólo contenía una única novela: Rayuela. Llegué a mi casa
con el libro y me puse a leerlo. Era un galimatías ininteligible. El libro
parece estar fragmentado con unos capítulos desordenados. Y además es muy
difícil de leer, está muy mal escrito, inmediatamente me di cuenta de que
aquello era una porquería que no merecía la pena de leer, o bien que mi
capacidad mental se había quedado reducida a su mínima expresión. Puse el libro
sobre un montón de otros libros y lo dejé allí para revenderlo o donarlo cuando
me arruinara o para cuando me quede sin casa, no me darán ni los cinco euros
que pagué por él desde luego. Hoy ese libro me ha servido para algo, no podía
sostener en una repisa un DVD que tengo, y el tomo de Rayuela de Julio Cortazar
sirve para hacer de contrapeso al DVD y que éste no se caiga. Alguna utilidad
tenía que tener ese autor. Por decir esto acabo de imaginar que cuando muera y
pague todas mis culpas en el infierno tendré a su vez que comparecer ante Julio
Cortazar, el cual, barbudo y con un cuchillo al rojo de grandes dimensiones me
irá lentamente despellejando.
Abril 17, 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario