Y allí estaba yo, había
conseguido fabricar hombres que eran solamente un glóbulo ocular por cabeza y
hombres, los bautistas monstruosos, cuyas cabezas eran tan solo una maraña de
tentáculos que surgían del cuello. Hacía falta por consiguiente un tercer
monstruo y mi cabeza no acertaba a crearlos de la nada. Pero tras un copioso almuerzo,
justo después de una saludable y esplendorosa siesta reparadora vino a mi mente
la imagen, realmente no era una imagen, sería difícil definir qué es lo que se
me vino a la mente entonces, la imagen como digo de un hombre sin nariz ni ojos
ni oídos, enteramente una boca casi sin labios con unos dientes afiladísimos. Había
encontrado el tercer monstruo para una variación en uno de mis poemas y ahora
tenía que hacer el poema. Pero esta vez en vez de hacer un poema opté por el
relato. Así que ahora mismo tenemos un grupo de muchachos y muchachas, que
exploran el submundo fantástico de una mente mórbida. Nuestros héroes, que
forzosamente han de tener, al menos ellos, los torsos desnudos, esos torsos que
son como espejos en los que se refleja la luna llena de las sempiternas noches
adolescentes, nuestros héroes, como ya digo, se aprestan a su dura labor de
explorar un mundo donde inmensos Globos oculares vestidos de etiqueta tocan el
arpa o algún instrumento muy de Dios Apolo. Sortear a los Hombres Bautistas con
sus cabezas sustituidas por tentáculos, hombres de una perfección muscular
sublime y cuyos dedos con afiladísimas uñas prometen toda una suerte de heridas
magníficas a sus espectadores. Y para rematar la faena en este terrorífico
mundo de espanto, en este carnaval del horror, aparecen los hombres que son sólo
una boca, y además, Dios, estos últimos parecen estar bastante hambrientos, estoy
por creer que quieren salirse del texto y darme un soberano mordisco. Y hete aquí
que los chavales huyen mientras suena la última música de deleite clásico que
los grandes compositores modernos están ahora mismo delineando. Una música que
se desliza como sobre un hilo de araña su creadora, y que va desde el tintineo cristalino
y metálico a la onda marina o el auténtico chirrido. Ahora obviamente hay que
crear un universo de plantas extrañas con flores enigmáticas tanto o más
exóticas de lo que es ya de por sí naturaleza. Y finalmente poner un gran
tesoro de infinitos y rabiosos rubíes.
Enero 4, 2006.
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