lunes, 2 de febrero de 2015

Xcrit.

Un Relatillo muy mediocre de Ciencia Ficción para que matéis el tiempo.

Bajo la Luz de ese sol en Xcrit todo es azul. La radiación se abre paso, una radiación ultravioleta tan intensa que el día es azul, un azul violento y rabioso, que da cuchilladas frenéticas y daña la piel, la quema en pocos segundos, como si de agua hirviendo se tratase. Bajo esa pantalla de frenesí luminoso las cosas tienen la tonalidad y el matiz fantasmagórico de lo sumergido en una discoteca. No hay vegetales ni animales allí. Tan solo un desierto de arena azul cubierto de algas y musgos, proyecciones detríticas de arroyos secos, y, en la estación lluviosa, torrenteras bestiales. El traje protector brilla blanquísimo como un ascua fluorescente, un rabioso pulso de piano o un toque de diapasón cristalino y brutal sería capaz de acompañar el ascua fragorosamente blanca en que se convierte cada silueta. Somos espectros bellísimos, atletas hermosísimos y ángeles en medio de un bronco almíbar de ultravioleta. Figuras de simio humano, de gorila humano de hombros anchos y brevilínea sublime, apuestas, seductoras como arcángeles. Buscamos los diamantes, fosforecen iracundos en los valles secos, junto a los musgos negros, en las hondonadas azules, despiden llamaradas despiadadas bellísimas, fúlgidas, cegadoras. Ya todo de por si es cegador allí. Brilla, rebrilla, y vuelve a brillar, hasta lo negro, hasta volver negra la visión. Toda esa belleza para nosotros nos importa nada, sólo buscamos la ganancia, somos ambiciosos, y por mor de ambiciosos somos insensibles. Por eso hemos cometido asesinato. Matamos a nuestro capitán, quería sabotearnos el beneficio, había pactado un quince y nos propuso un siete, tenía las llaves de la caja, lo desnudamos en medio del desierto, se quemó vivo en media hora, nos divertimos luego arrastrando su cadáver por el valle, dejó restos de tripas, sangre, piel, y heces. Más adelante descubrimos un filón, en el despeñadero. Había que descender en picado, bajo las poleas, allí estaba la veta madre del diamante, brillaba como un chirrido y un relámpago, precisamente hubo lluvia aquella noche, y se vieron raíces retorcidas en el cielo, carmesí como el vino de un cáliz, granate hasta lo criminal. Hemos hecho una buena minería, nuestros depósitos están repletos de material, la noche esta nos hemos entregado a una bacanal de alcohol en la base, hemos bebido y hemos tomado Lectra, auténtica Lectra destilada de cactus espinosos, vimos el cielo verde, era tan verde como las pupilas de las huríes, yo hice el amor con una estatua, en mi habitación estaba sensual y oferente, la poseí con vigor, luego la estrangulé, tire su cuerpo al desierto, como un trapo sucio. No me arrepiento de nada, la hubiese estrangulado siete veces más. En mi corazón hay un tigre, en mi cerebro una montaña de estiércol, una mona huesuda que agarra una quijada de asno, una mosca, un tábano de las selvas, avieso y lascivo, feroz, desaprensivo, podrido, y mi cabeza es una tumba llena de esqueletos, su tuétano es la sangre que me corre por las venas, me alimento de esa porquería como los ángeles y los dioses de la ambrosia celeste. No me arrepiento de nada. Sé que tengo preparado el patíbulo en Ondice quinto, y me río. Sé que han proscrito mi nombre y que ofrecen por mi cabeza cien mil sestremas, y yo me recochineo en el aviso. Sé que los sacerdotes me ponen de ejemplo. Y yo comulgo con Satán en Xcrit, mi fortuna es capaz de comprar la salvación.

Marzo 13, 2007


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