jueves, 26 de noviembre de 2015

La Insurrección.

La orquídea sapo. Okirot spintyca. Hace unos cien años la gente mataba por ella. La insurreccíon de Jonofrito el maltinche, contra los burgueses, fue aquí, en estas islas. Por culpa de esa planta. Con ella se preparaba la Tintura fucsia de las telas. Miles y miles de orquídeas eran cortadas, desecadas en las piras al sol, y extraídas con grandes cantidades de alcohol, para conseguir el fucsia. Era el día de la cosecha y Jonofrito llegó al puesto de los mercaderes, su burrito de andares plateados prometía una enorme cantidad en sus alforjas. Y le dieron sólo diez pesos. Jonofrito blasfemó. Una enorme y fecunda blasfemia salió de sus labios de mulato. La blasfemia llegó al oído del alguacil y se lo llevaron preso a Tucumen. Y toda la cárcel de Tucumen salió ardiendo. Jonofrito se hizo con los cañones de la guarnición. Veinte mil mulatos exaltados por el bajo precio de la orquídea le siguieron. La chispa saltó de isla en isla. Queremos comer era el grito. Pronto los burgueses tiñeron las telas con sangre, su sangre, en vez de fucsia de granate o carmesí. El gobernador, el gobernador era un lelo que vestía según las normas de Paris, lo crucificaron, y luego quemaron la cruz. Jonofrito, Jonofrito, todo lo que tenía de dulce el nombre lo tenía también de violento y astuto. Los ingleses lo pusieron en jaque por tres años. Los venció a todos. Bombardearon Tucumen, bombardearon Insenan, arrasaron la Isla de Chi, la sembraron de sal. Y Jonofrito se echó a la selva. Decapitaba las cabezas y dicen que bebía el agua en los cráneos humanos. Veinte mil ingleses fueron pasados a cuchillos, trescientos mil maltinches perecieron. A Jonofrito lo vendió su propio hijo. Lo ahorcaron después de achicharrarlo con planchas calientes. El hijo, Tereso, se llamaba, se hizo con una finca, era más blanco que la harina, por eso pudo vender a su padre, porque su piel era blanca como la de la luna, y los ingleses lo respetaron. Jonofrito tuvo cincuenta hijos, solo le sobrevivió su fratricida, el blanco. Los cadáveres se pudrieron a miles en las calles, el pestazo hizo insufrible Tucumen, hubo que quemarlos. Quemaron a miles de personas, las cenizas cubrieron el cielo como si los volcanes hubiesen estallado. La producción de orquídea no se recuperó hasta veinte años después. Ahora ya no vale nada, ya no se utiliza para hacer la tintura. La tinta sintética la ha reemplazado totalmente. Las islas son preciosas, millones de orquídeas crecen en sus laderas volviéndolas de color fucsia, el atardecer es un prodigio de belleza tornasolada.

Agosto 13 de 2007

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