La orquídea sapo. Okirot spintyca. Hace unos cien años la gente
mataba por ella. La insurreccíon de Jonofrito el maltinche, contra los
burgueses, fue aquí, en estas islas. Por culpa de esa planta. Con ella se
preparaba la Tintura fucsia de las telas. Miles y miles de orquídeas eran
cortadas, desecadas en las piras al sol, y extraídas con grandes cantidades de
alcohol, para conseguir el fucsia. Era el día de la cosecha y Jonofrito llegó
al puesto de los mercaderes, su burrito de andares plateados prometía una
enorme cantidad en sus alforjas. Y le dieron sólo diez pesos. Jonofrito
blasfemó. Una enorme y fecunda blasfemia salió de sus labios de mulato. La
blasfemia llegó al oído del alguacil y se lo llevaron preso a Tucumen. Y toda
la cárcel de Tucumen salió ardiendo. Jonofrito se hizo con los cañones de la
guarnición. Veinte mil mulatos exaltados por el bajo precio de la orquídea le
siguieron. La chispa saltó de isla en isla. Queremos comer era el grito. Pronto
los burgueses tiñeron las telas con sangre, su sangre, en vez de fucsia de
granate o carmesí. El gobernador, el gobernador era un lelo que vestía según
las normas de Paris, lo crucificaron, y luego quemaron la cruz. Jonofrito,
Jonofrito, todo lo que tenía de dulce el nombre lo tenía también de violento y
astuto. Los ingleses lo pusieron en jaque por tres años. Los venció a todos.
Bombardearon Tucumen, bombardearon Insenan, arrasaron la Isla de Chi, la
sembraron de sal. Y Jonofrito se echó a la selva. Decapitaba las cabezas y dicen
que bebía el agua en los cráneos humanos. Veinte mil ingleses fueron pasados a
cuchillos, trescientos mil maltinches perecieron. A Jonofrito lo vendió su
propio hijo. Lo ahorcaron después de achicharrarlo con planchas calientes. El
hijo, Tereso, se llamaba, se hizo con una finca, era más blanco que la harina,
por eso pudo vender a su padre, porque su piel era blanca como la de la luna, y
los ingleses lo respetaron. Jonofrito tuvo cincuenta hijos, solo le sobrevivió
su fratricida, el blanco. Los cadáveres se pudrieron a miles en las calles, el
pestazo hizo insufrible Tucumen, hubo que quemarlos. Quemaron a miles de
personas, las cenizas cubrieron el cielo como si los volcanes hubiesen
estallado. La producción de orquídea no se recuperó hasta veinte años después.
Ahora ya no vale nada, ya no se utiliza para hacer la tintura. La tinta
sintética la ha reemplazado totalmente. Las islas son preciosas, millones de
orquídeas crecen en sus laderas volviéndolas de color fucsia, el atardecer es
un prodigio de belleza tornasolada.
Agosto 13 de 2007
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