tag:blogger.com,1999:blog-54574067981610360692024-02-08T02:59:39.412-08:00FRANCISCO ANTONIO RUIZ CABALLEROProsas barrocas completas de Don Francisco Antonio Ruiz Caballero. Sin su venia, pero con respeto y admiración.F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.comBlogger107125tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-39521258045061409512015-12-19T13:52:00.002-08:002015-12-19T13:52:54.248-08:00Variación del Descenso con gente saltando, bailando, correteando, haciendo cabriolas, subiendo y bajando, jugando, y riendo. <div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Primero se abre al vacío el vacío diapasón circular. Gira como loco,
furioso de innumerables dientes, monstruoso tiburón helicoidal, dentadura
frenética, híbrido de fauce y tuerca, el molusco nautiliforme erizado de uñas.
El piano da nota tras nota de temblor elíptico, la luz del tubo, por donde se
desollan vivos los que caen, pone en la terrible circunferencia la succión de
las vaginas erizadas. Maligno mestizo de esófago y diente, el tubo que
desciende y asciende, girando y girando, abre jardines de esperpéntico espanto
en los que crecen orquídeas espinosas y alambradas vegetales. Traga, tritura,
desolla y despedaza, todo en uno, la máquina helicoidal, y el silencio está
corrompido por notas de un piano macabro pulsado por un enfermo mental. Pero se
dicta un armisticio imposible que sólo existe en la mente del esquizofrénico
músico, en el yonqui virtuoso en plena drogadicción, y los sufrientes
arcángeles destinados a la fiera, en vez de padecer la brutal anaconda maligna,
festejan con cabriolas, y saltos y bailes y risas, sin caer, levitando y
volando, deslizándose, danzando, jugando como críos, la tremenda espiral. Y
saltan, y bailan, y suben, y bajan, y se ríen, y disfrutan, y se lo pasan
fantásticamente bien , porque no hay peligro, porque se ha decretado que no
haya peligro, aunque sólo sea porque el creador de tal espanto sufre un momento
de distracción minúsculo.<o:p></o:p></span></div>
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<i><span lang="ES-AR"><br /></span></i></div>
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<i><span lang="ES-AR">Agosto 27 de 2007</span></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-62648741675770186442015-12-07T07:29:00.001-08:002015-12-07T07:33:01.339-08:00La Casa de los Espejos.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES">La Casa de los Espejos. Viuda de Fieltro e Hijos, Sociedad Limitada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES">Los había de todas clases, clásicos, de marco nacarado o de carey,
barrocos, con el marco voluptuoso lleno de volutas doradas, árabes, góticos,
circulares, incluso con formas trapezoidales. La Casa de los Espejos, Viuda de
Fieltro e Hijos, S. L.. Los vendía de todas clases, era su especialidad, la
pulida superficie de aquellos vidrios niquelados. De todos los precios,
también, el más caro se lo llevó un jeque persa que pasó por la tienda, eligió
un espejo gigantesco, de marco de carey, caparazón de concha de tortuga de
verdad, no sucedáneo, se necesitaron cincuenta tortugas marinas, un espanto, y
luego lo labraron cinco artesanos dementes, hasta alcanzar la perfección. Un
baño de plata de un centímetro en el reverso, carísimo, carísimo, propio sólo
de eso, de magnates del petróleo. Perfecto, la perfección bailaba en él un
ballet de Stravinski, diapasones fulguraban centuplicando la figura. Para
reflejar a un tipejo impresentable, un asno cargado de reliquias, un gordo
barbudo de inmensas posaderas, con el puro en los labios y la ropa de Ayatolá,
gorrino sin clase, figura oronda y contrahecha que hacía sufrir a aquella
belleza de espejo. Ya dice el proverbio árabe que al perro con dinero se le
llama Señor perro. De noche, cuando no reflejaba a su espantoso dueño, en el
palacio de Teherán, el espejo lloraba. Reflejaba jarrones repletos de lirios y
lloraba, en la habitación verde, porque tenía que reflejar todos los días a un
ser depravado. Las gotas de vapor condensaban de noche en su luna y parecía que
el espejo gritaba su triste desesperación, su estridente soledad y martirio. En
el gran terremoto se quebró en diez partes, y el sátrapa mandó hacer con el
carey puños de bastones. Luego estaba el más barato, un espejo de bicicleta. El
niño que lo poseyó lo llevó por toda la ciudad, emparejado con el timbre de la
bici, deslumbraba al mediodía furioso de centellas, de limpias centellas
brillantes, diamantinas, y puras, como voces de sirenas marinas. La hermanita
del niño lo destornillaba y lo usaba desde la azotea para alumbrar la pared
sombría de la casa vecina. Reflejaba un trozo de sol como si unas mágicas
tijeras cortaran la luz de cuajo y lo depositaran en aquel círculo brillante.
Era amigo del timbre de la bicicleta, como ya he dicho, el uno deslumbraba los
ojos, el otro deslumbraba los oídos, como un millón de grillos azulinos
cantando a la vez, un millón de lilas al pasar el crío por la calle. También
los hubo asesinos, espejos que se rompieron e hirieron a sus dueños, tiñendo de
granate la escena, como uñas de panteras, brillantes y negras como la noche,
perfumadas de jazmines y espesas como la brea, sudorosas y salvajes,
estilizadas. Fueron espejos que hicieron cortes en las manos, que procuraron
heridas carmesíes, dolorosas y sublimes, que se rompieron en mil partes, en un
millón de partes antes de convertirse en arena. Y los hubo que salieron
defectuosos, y reflejaban mal las figuras, deformándolas, y generando seres
abyectos, deformes, jorobados, panzudos, de guiñol, y terminaron sus vidas en
las ferias de pueblo, en el carromato de Madam Carlota, la Casa de los espejos,
entren y rían. No es mucho suponer que hubo espejos de Iglesia, diminutos
trozos de espejos que adornaron sagrarios barrocos y dorados, y en los que el
canto gregoriano se elevó hacia el cielo como paloma de nácar, o que
contemplaron el sonido de los majestuosos Órganos, nieve purísima y limones
agrios, ascendiendo a los cielos al mediodía. Incluso hubo uno que reflejó, en
un burdel rojísimo, la cópula loca y extravagante, el pecado, la borrachera, la
orgía, la bacanal, la sodomía, incluso. Los ángeles.<o:p></o:p></span></div>
<br />
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<i><span lang="ES-AR">Agosto 24 de 2007<o:p></o:p></span></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-65167670953813449842015-11-29T05:53:00.002-08:002015-11-29T05:53:43.233-08:00El Fuego.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES">Las mariposas de cristal revoloteaban sobre las flores de cristal.
Aquello era transparencia sobre transparencia, cristalito sobre cristalito. Las
aladas y cristalinas mariposas describían en el cielo azul, una atmósfera de
débiles gasas de vapor, un concierto de piano o clave. La tierra del pájaro de
fuego era así, transparente y blanca, como de cristal. A veces el ámbar
transparente de alguna flor, alguna extraña orquídea de cristal ambarino,
brillaba por un punto de luz o era acariciada por una liliputiense mariposa
también ambarina. Yo quería cazar el pájaro de fuego. Llevaba una jaulita, y
una flauta. Con la flauta quería describir una obscura elipse en el misterio,
hasta sorprender al pájaro de fuego con su estridencia. Empecé a tocar el
flautín. Las notas de ácido limoncillo empezaron a salir de mi flauta, eran
pequeñas libélulas, pequeños caballitos del diablo, que flotaban en la
atmósfera y se elevaban como un enjambre de preciosos mosquitos. El tiempo
pasaba, yo seguía tocando, clave y flauta, agrio limón y dulce granadina, y el
pájaro de fuego no acudía, decidí entonces ir a su nido y robar una pluma. El
nido estaba en lo alto de aquel árbol inexistente. Tenía que escalar aquella
inexistencia. Era una inexistencia dura de dominar, la altura me mareaba, había
dejado la flauta en el suelo y llevaba la jaulita amarrada a la cintura. La
jaulita quedó atrapada en una rama de la inexistencia, sentí que no podría
avanzar, y entonces apareció el pájaro de fuego. De plumas carmesíes, verdes, y
doradas, se abalanzó hacia mi y me agarró, fue un zarpazo profundo, como el
navajazo de un ladrón en la noche, empecé a sangrar mientras me elevaba hacia
su nido, mi sangre caía a borbotones hacia la tierra como si yo fuera el
surtidor de una extraña fuente. Cuando llegué al nido ya había arrancado una
pluma al pájaro, a pesar de la herida, y sólo pensaba en escapar. Mi jaulita
colgaba de mi y yo estaba sobre la inexistencia del nido sobre la inexistencia
del árbol de la inexistencia. Hice un esfuerzo sobrehumano, y conseguí meter el
pájaro de fuego en la jaulita. Yo tenía la camisa manchada de sangre y la
herida me quemaba y escocía. El pájaro chillaba envuelto en fuego en la
jaulita, sonaban acordeones rumanos y címbalos húngaros. Con la camisa hice un
extraño vendaje a mi herida y bajé del árbol con el torso desnudo y empapado en
sangre. Recogí la flauta a los pies del árbol, y a pesar del dolor regresé
tocándola a mi casa entre flores de cristal, libélulas azulinas, y mariposas
rosas. El pájaro de fuego calentó mi hogar durante varias generaciones.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span lang="ES">Agosto 22 de 2007</span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span lang="ES"><br /></span></i></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-72365879438970475702015-11-26T15:38:00.002-08:002015-11-26T15:38:50.442-08:00La Insurrección.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">La orquídea sapo. Okirot spintyca. Hace unos cien años la gente
mataba por ella. La insurreccíon de Jonofrito el maltinche, contra los
burgueses, fue aquí, en estas islas. Por culpa de esa planta. Con ella se
preparaba la Tintura fucsia de las telas. Miles y miles de orquídeas eran
cortadas, desecadas en las piras al sol, y extraídas con grandes cantidades de
alcohol, para conseguir el fucsia. Era el día de la cosecha y Jonofrito llegó
al puesto de los mercaderes, su burrito de andares plateados prometía una
enorme cantidad en sus alforjas. Y le dieron sólo diez pesos. Jonofrito
blasfemó. Una enorme y fecunda blasfemia salió de sus labios de mulato. La
blasfemia llegó al oído del alguacil y se lo llevaron preso a Tucumen. Y toda
la cárcel de Tucumen salió ardiendo. Jonofrito se hizo con los cañones de la
guarnición. Veinte mil mulatos exaltados por el bajo precio de la orquídea le
siguieron. La chispa saltó de isla en isla. Queremos comer era el grito. Pronto
los burgueses tiñeron las telas con sangre, su sangre, en vez de fucsia de
granate o carmesí. El gobernador, el gobernador era un lelo que vestía según
las normas de Paris, lo crucificaron, y luego quemaron la cruz. Jonofrito,
Jonofrito, todo lo que tenía de dulce el nombre lo tenía también de violento y
astuto. Los ingleses lo pusieron en jaque por tres años. Los venció a todos.
Bombardearon Tucumen, bombardearon Insenan, arrasaron la Isla de Chi, la
sembraron de sal. Y Jonofrito se echó a la selva. Decapitaba las cabezas y dicen
que bebía el agua en los cráneos humanos. Veinte mil ingleses fueron pasados a
cuchillos, trescientos mil maltinches perecieron. A Jonofrito lo vendió su
propio hijo. Lo ahorcaron después de achicharrarlo con planchas calientes. El
hijo, Tereso, se llamaba, se hizo con una finca, era más blanco que la harina,
por eso pudo vender a su padre, porque su piel era blanca como la de la luna, y
los ingleses lo respetaron. Jonofrito tuvo cincuenta hijos, solo le sobrevivió
su fratricida, el blanco. Los cadáveres se pudrieron a miles en las calles, el
pestazo hizo insufrible Tucumen, hubo que quemarlos. Quemaron a miles de
personas, las cenizas cubrieron el cielo como si los volcanes hubiesen
estallado. La producción de orquídea no se recuperó hasta veinte años después.
Ahora ya no vale nada, ya no se utiliza para hacer la tintura. La tinta
sintética la ha reemplazado totalmente. Las islas son preciosas, millones de
orquídeas crecen en sus laderas volviéndolas de color fucsia, el atardecer es
un prodigio de belleza tornasolada.<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span lang="ES-AR">Agosto 13 de 2007<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-46067666545039846612015-10-16T13:49:00.003-07:002015-10-16T13:49:50.241-07:00El Molusquicidio.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Antes de que inauguraran oficialmente el parque del Alamillo de
Sevilla yo solía pasear por allí a solas con mi perro. O no debía de haber
guardias o estos se decidieron por hacer la vista gorda pero lo cierto es que más
de un mes antes de la inauguración oficial yo ya me paseaba por allí como Pedro
por su casa en la más absoluta de las soledades. Era divertido ver como mi
perro tomaba las ramitas que yo le lanzaba incansablemente y como se bañaba en
el estanque. Y todo eso como ya digo en la más absoluta soledad, como si
hubiesen hecho el parque para mi solo, como si el destinatario de todo aquel
proyecto de fantástico jardín fuera uno. Ni siquiera yo sabía que estaba
cerrado al público pues los guardias del parque jamás me molestaron y yo no
divisé ningún letrero de prohibición. Precisamente un día fui allí y contemplé algo
asombroso. Como por arte de magia todos los caracoles de los chaparrales
colindantes al parque, los moradores de los cardos borriqueros cercanos al jardín,
se habían puesto en marcha y habían invadido los caminos empedrados del mismo. Miles
y miles de caracoles invadían los caminos del parque. Al principio no me di
cuenta, cada vez que pisaba el suelo oía un clic, de la carcasa caliza del
caracol reventando. Más tarde me di cuenta de que el sonido procedía de la
espantosa matanza de moluscos que yo estaba produciendo con mis andares. Tuve más
cuidado de pisarlos desde que me di cuenta hasta que di por imposible tener
cuidado ante el mogollónico número de caracoles que invadían los carriles
destinados a los viandantes. Jamás he pisado tantos caracoles como aquel día. Fue
un auténtico molusquicidio. Reventé miles y miles de caracolitos de campo. Hasta
sentí una mezcla de placer y pena por lo que estaba haciendo, aquello era un
extraño concierto de castañuelas o similar. Una cosa muy pero que muy bonita. Cruel,
y repugnante, y lindísima, en un marco de esmeralda frondoso, bajo un sol espléndido
de primavera. En mi siguiente visita al parque ya no observé caracoles en las
silentes calles del mismo. Un jardín del que disfruté antes que ningún otro
sevillano, salvo los que lo sembraron, ¿para mí acaso?. Podría hacer incluso un
soneto de aquello. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Una sorpresa de ruido hubo<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Al andar un buen día en aquel sitio<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Una sorpresa de caliza y litio<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Mineral destrozado por un tubo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Avancé de una forma gigantesca<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Reventando moluscos y moluscos,<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Figura estrambótica y grotesca<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Bajo un prisma de alfileres bruscos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Qué matanza de bichos, qué puchero<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Hice en las calles del jardín precioso<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Que no la relatara el mismo Homero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Y era yo un Satán con cancerbero<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Andando en un jardín tan fastuoso<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES-AR">Como el edén de aquel Adán primero.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<i><span lang="ES-AR">Agosto 10, 2007<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-55788233594985498202015-03-28T15:09:00.002-07:002015-03-28T15:09:55.701-07:00El Antidiamante. (Prolongado).<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nico encontró aquella canica en
el río, se extrañó de que toda la orillita del furiosillo de cristal estuviera
dorada menos en aquel lugar lleno de sombras. Era un remanso en lo dorado que
parecía bajo la sombra de algún árbol, pero allí no crecía ninguno. Qué raro, y
buscando el lugar de mayor oscuridad halló aquella canica negra. Al cogerla en
su mano la oscuridad que le rodeaba se desplazó ligeramente, provenía
precisamente de aquel objeto que parecía devorar la luz. Feliz por su hallazgo
la introdujo en el bolsillo izquierdo de su pantalón y al introducirla, de
golpe, quedó deslumbrado por el sol que rebotaba en las aguas del furiosillo
como un espejo de plata y oro, volvió a quedarse ciego por un momento hasta que
se habituó de nuevo a la tremenda luz que el arroyito acumulaba en verano.
Volvió a sacar la bolita de su pantalón y todo volvió a quedar en la sombra, el
arroyo parecía como cubierto por un bosque galería y casi parecía de noche.
Entonces Nico se puso a jugar, metía y sacaba repetidamente aquella esfera de
sus bolsillos e intermitentemente iluminaba u oscurecía el furiosillo, se
alegraba de la oscuridad y se alegraba del resplandor. Estuvo jugando con
aquello veinte veces, hasta que quedó hastiado de tanto orgasmo. Se guardó la
bolita en el bolsillo y decidió regresar a casa. El arroyo describía un camino
serpentiforme cuajadito de esmeraldas, Nico sacó otra vez de su bolsillo
aquella esfera y las esmeraldas se trocaron en piedras lunares adquiriendo el
furiosillo el aspecto de la cara oculta de la luna, brillando sus aguas como de
plata y nácar, pues el sol, convertido en luna por la mágica esfera ponía el
toque de claroscuro a la escena de una manera fantasmagórica y perlada. El
muchacho alucinaba con su hallazgo, si miraba al sol a través de aquel objeto
veía la sustancia primitiva de las estrellas, el centro de las estrellas
blancas. Al andar el muchacho ensombrecía los amarillos trigales por los que
iba pasando y los pájaros dejaban de trinar asustados, como si se hiciera de
noche de pronto. El muchacho estaba deslumbrado, guardaba la extraña perla y
todo volvía resplandecer con violencia inusitada, la sacaba de su pantalón y se
hacía de noche rotunda, con sabor a ginebra y navajas. Y así que andando se
encontró con Lito, su amigo, sobresaltado por la repentina noche inexplicable.
Lito llevaba higos chumbos pelados en una bolsa de plástico y se los ofreció a
Nico a cambio de su secreto. Se pusieron ambos sobre el tronco de un olivo
quemado rodeados de trigales de ámbar. Y empezaron a comer de los higos
chumbos, verdes y pardos, que Lito traía. Si alguien observara la escena podía
ver que aquello se encendía y se apagaba como el faro sobre el mar, de pronto,
el dorado rubicundo, seguidamente la noche cerrada con sabor a aguardientes. No
se si fue a Lito o a Nico a quien se le ocurrió encender fuego negro con el
antidiamante. Lo aproximaron a una zarza seca como si fuera una lupa y
concentraron toda la sombra sobre la hojarasca seca, aquello empezó a arder
cuando lo ígneo sobrepasó lo dimensionable. Una llamarada negra salió de la
zarza seca y prendió en los rastrojos cercanos mientras los dos muchachos
hacían noche de ojos de mulo sobre el campo. Curiosamente algún grillo loco
empezó a cantar, un timbre de puñalitos de azúcar con limonada. Como la canica
estaba al aire y producía una cerrada noche lunar las llamas negras que daba la
zarza seca sobre el tronco del olivo parecían menores, pero cuando Nico se
guardó la esferita en el bolsillo de nuevo se pudo apreciar el fuego oscuro que
habían provocado, un fuego negro como las panteras, con toques de carmesí
furioso, al lado de los trigos ambarinos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>Agosto 9, 2007<o:p></o:p></i></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-85407159853291508792015-03-28T15:09:00.000-07:002015-03-28T15:09:01.326-07:00El Antidiamante.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nico encontró aquella canica en
el río, se extrañó de que toda la orillita del furiosillo de cristal estuviera
dorada menos en aquel lugar lleno de sombras. Era un remanso en lo dorado que
parecía bajo la sombra de algún árbol, pero allí no crecía ninguno. Qué raro, y
buscando el lugar de mayor oscuridad halló aquella canica negra. Al cogerla en
su mano la oscuridad que le rodeaba se desplazó ligeramente, provenía
precisamente de aquel objeto que parecía devorar la luz. Feliz por su hallazgo
la introdujo en el bolsillo izquierdo de su pantalón y al introducirla, de
golpe, quedó deslumbrado por el sol que rebotaba en las aguas del furiosillo
como un espejo de plata y oro, se quedó ciego por un momento hasta que se
habituó de nuevo a la tremenda luz que el arroyito acumulaba en verano. Sacó la
bolita de su pantalón y todo volvió a quedar en la sombra, el arroyo parecía
como cubierto por un bosque galería y casi parecía de noche. Entonces Nico se
puso a jugar, metía y sacaba repetidamente aquella esfera de sus bolsillos e
intermitentemente iluminaba u oscurecía el furiosillo, se alegraba de la
oscuridad y se alegraba del resplandor. Estuvo jugando con aquello veinte
veces, hasta que quedó hastiado de tanto orgasmo. Se guardó la bolita en el
bolsillo y decidió regresar a casa. El arroyo describía un camino serpentiforme
cuajadito de esmeraldas, Nico sacó otra vez de su bolsillo aquella esfera y las
esmeraldas se trocaron en piedras lunares adquiriendo el furiosillo el aspecto
de la cara oculta de la luna, brillando sus aguas como de plata y nácar, pues
el sol, convertido en luna por la mágica esfera ponía el toque de claroscuro a
la escena de una manera fantasmagórica y perlada. El muchacho alucinaba con su
hallazgo, si miraba al sol a través de aquel objeto veía la sustancia primitiva
de las estrellas, el centro de las estrellas blancas. Al andar el muchacho
ensombrecía los amarillos trigales por los que iba pasando y los pájaros
dejaban de trinar asustados, como si se hiciera de noche de pronto. El muchacho
estaba deslumbrado, guardaba la extraña perla y todo volvía resplandecer con
violencia inusitada, la sacaba de su pantalón y se hacía de noche rotunda, con
sabor a ginebra y navajas. Y así que andando se encontró con Lito, su amigo,
sobresaltado por la repentina noche inexplicable. Lito llevaba higos chumbos
pelados en una bolsa de plástico y se los ofreció a Nico a cambio de su secreto.
Se pusieron ambos sobre el tronco de un olivo quemado rodeados de trigales de
ámbar. Y empezaron a comer de los higos chumbos, verdes y pardos, que Lito
traía. Si alguien observara la escena podía ver que aquello se encendía y se
apagaba como el faro sobre el mar, de pronto, el dorado rubicundo, seguidamente
la noche cerrada con sabor a aguardientes. No se si fue a Lito o a Nico a quien
se le ocurrió encender fuego negro con el antidiamante. Lo aproximaron a una
zarza seca como si fuera una lupa y concentraron toda la sombra sobre la
hojarasca, aquello empezó a arder cuando lo ígneo sobrepasó lo dimensionable.
Una llamarada negra salió de la zarza y prendió en los rastrojos cercanos
mientras los dos muchachos hacían noche de ojos de mulo sobre el campo.
Curiosamente algún grillo loco empezó a cantar, un timbre de puñalitos de azúcar
con limonada. Como la canica estaba al aire y producía una cerrada noche lunar
las llamas negras que daba la zarza sobre el tronco del olivo parecían menores,
pero cuando Nico se guardó la esferita en el bolsillo de nuevo se pudo apreciar
el fuego oscuro que habían provocado, un fuego negro como las panteras, con
toques de carmesí furioso, al lado de los trigos ambarinos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
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<i>Agosto 9, 2007<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-5052111986689759582015-03-28T15:07:00.003-07:002015-03-28T15:08:00.571-07:00El Antidiamante. (Primera versión)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nico encontró aquella canica en
el río, se extrañó de que toda la orillita del furiosillo de cristal estuviera
dorada menos en aquel lugar lleno de sombras. Era un remanso en lo dorado que
parecía bajo la sombra de algún árbol, pero allí no crecía ninguno. Qué raro, y
buscando el lugar de mayor oscuridad halló aquella canica negra. Al cogerla en
su mano la oscuridad que le rodeaba se desplazó ligeramente, provenía
precisamente de aquel objeto que parecía devorar la luz. Feliz por su hallazgo
la introdujo en el bolsillo izquierdo de su pantalón y al introducirla, de
golpe, quedó deslumbrado por el sol que rebotaba en las aguas del furiosillo
como un espejo de plata y oro, volvió a quedarse ciego por un momento hasta que
se habituó de nuevo a la tremenda luz que el arroyito acumulaba en verano.
Volvió a sacar la bolita de su pantalón y todo volvió a quedar en la sombra, el
arroyo parecía como cubierto por un bosque galería y casi parecía de noche.
Entonces Nico se puso a jugar, metía y sacaba repetidamente aquella esfera de
sus bolsillos e intermitentemente iluminaba u oscurecía el furiosillo, se
alegraba de la oscuridad y se alegraba del resplandor. Estuvo jugando con
aquello veinte veces, hasta que quedó hastiado de tanto orgasmo. Se guardó la
bolita en el bolsillo y decidió regresar a casa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>Agosto 9, 2007</i></div>
<br />F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-33521801667404854832015-03-02T15:41:00.002-08:002015-03-02T15:41:52.880-08:00La Isla del Doctor Moreau.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegué a la Isla de noche. Se
agitaba en las palmeras un viento verde, un viento azul, un viento rojo, que
venía desde las estribaciones del volcán, o desde las estribaciones de la
playa. Todo era silencio. Cuando la barcaza dio con sus huesos en el
embarcadero salió a recibirme el tuerto. Un cíclope creado por el doctor. Su
único ojo verde parecía una linterna horripilante, su joroba, una desgracia.
Llevaba un farolillo en la mano que desprendía agitadas serpientes amarillas.
Era abyecto y refinado, hablaba con ceceos y suspiros agarrotados, casi con
tartamudez, pero era solemne en cada frase, no inspiraba risa sino desprecio o
temor. Cogió las maletas y las cargó a peso, era endemoniadamente fuerte, yo no
podía con ellas y soy realmente poderoso. Caminamos el trecho que hay entre el
embarcadero y la mansión, describía un violín de fermentos translucidos una
melodía de caña de azúcar y barro. La mansión era grandiosa. Salió a recibirnos
el policíclope, otro de los engendros del doctor. Susana dio un grito cuando lo
vio, allí, alto, delgado, fuerte, con cuatro ojos en la cara. Ella sabía a lo
que venía, y yo también, aún así no pudo evitar el lapsus que salió de su boca.
Nos recibió el Doctor efusivamente. Correteaban por la antesala gatos verdes,
producto de la industria de su dueño, todo un acierto de elegancia. Eran
verdaderamente preciosos, tenían los ojos amarillos y el pelaje esmeralda.
También vi un gato negro. Un gato negro normal, absolutamente normal. La
primera noche la pasamos en el cenáculo con el Doctor, tomamos notas y más
notas. Los crisantemos azules y amarillos de la salita competían con las
fuertes acuarelas de algún loco Kandinski borracho. Luego llevamos aquellas
notas al laboratorio. Nos enseñó el laboratorio, y los ordenadores. Y
finalmente nos mostró nuestros aposentos. El Doctor era un individuo tenebroso,
y a nosotros nos importaba una mierda aquello, lo hacíamos por dinero. Por
la mañana contemplamos el horror de los
híbridos. Durante tres meses creamos, engendramos, fabricamos, hibridamos,
esperpentos y paranoias, paranoias y esperpentos. Luces de Bohemia bajo
antorchas de horror. Teóricamente era una isla desierta. Pero bullía en cada
páramo una colección de monstruosidades, el hombre cerdo, la mujer hiena, el
hombre sin orejas, la mujer víbora. Y cientos de especies, animales y
vegetales, que el Doctor y nosotros, sus ayudantes, creábamos. Tanto horror
sólo por dinero. Mercenarios de lo estrambótico, especuladores de la horrísona
mezcolanza. Finalmente nació el niño perfecto. Sin taras genéticas, perfecto,
sin miopía, talasemias, anemias, glucogenosis, o debilidades, especialmente
diseñado para la guerra y para la supervivencia, de un cerebro prodigioso, y de
una fuerza descomunal. Su crecimiento fue rapidísimo, ya a los seis meses podía
correr y hablar y el Doctor, entonces, decidió que sus demás proyectos
sobraban, y los fue eliminando uno a uno. Dio caza a la mujer pantera y al
hombre cerdo, incluso exterminó a sus gatos verdes. Finalmente decidió
asesinarnos. Aquella noche organizó una espectacular cena. Mientras el niño perfecto
tocaba una serenata de Mozart al piano nos invitó a una copa de Oporto. En el
vino había puesto estricnina y cierto alcaloide de una planta de la Isla.
Bebimos Susana y yo entusiasmados por el virtuosismo del niño perfecto. Pronto
caímos enfermos de fiebre. Nos echó a paletadas a una tumba colectiva. Ahora
mismo mi omoplato izquierdo está sobre la quijada de la mujer cerdo y mi pelvis
descansa sobre el fémur del policíclope. El volcán pronto hará saltar por los
aires a toda la Isla.</div>
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<i>Julio 28, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-18987838297894835732015-02-19T12:24:00.001-08:002015-02-19T12:24:40.538-08:00La Sandía blanca.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Fue de noche, el día de la velá
de San Santiago, cuando sucedió que la vaca de Don Segundo abortó aquello. No
se quedaron parados los relojes y en la estación del Ferrocarril Carlos, el de
la Josefa, no se tiró a las vías del tren, desesperado como estaba por el
millón de pesetas que le debía a don Sebastián, el cacique. Pasó el tren sin
parar a las doce de la noche y el reloj marcó las doce y un minuto mientras en
la torre de la Iglesia su primo hermano notificó a las campanas su rabioso
éxtasis exacto. Tampoco hizo el amor Floro con Federico ese día, los dos
sodomitas reconocidos del pueblo, porque se enfadaron durante la tarde por unas
cortinas rosas. Floro las quería estampadas para el dormitorio y transparentes
para el salón y Federico se empeñó en unas de color limón. Sin embargo,
Nemesio, el chico más guapo del pueblo, a esas horas se desahogaba en una cabra
de su cortijo, pues el muchacho equilibraba su espectacular belleza con una
idiocia aberrante y una lujuria exorbitada. Cuando el muchacho orgasmó y
desparramó su masculina esencia en la pobre cabra adquirió la condición de
hombre de ipso facto y al mismo tiempo una infección por fiebres de Malta
sublime. Y en ese mismo instante la vaca de Don Segundo abortó aquello, a las
doce en punto de la noche, a las doce y un minuto, en vez de un proyecto de
ternera, una sandía, una gorda, redonda, y gigantesca sandía verde. Y el
veterinario que atendía aquello se desmayó ante el suceso, y Don Segundo, que
era supersticioso al máximo, llamó a gritos al cura, recorriendo toda la
distancia que hay entre la finca de la Palomita y el campanario de la Iglesia,
en la absoluta oscuridad, mientras un perro se empeñaba, rabioso, en provocar
toda clase de espantos. Y el cura cuando vio aquello dijo: por Dios, esto es
obra de Satanás, pero quiso rajar la sandía porque la curiosidad le pudo. Y
cuando cortaron con el cuchillo jamonero aquel verde quebranto del horror, el
fruto era blanco blanco como la nieve y como la leche. Una sandía gorda, con
sus pepitas, y más blanca, por dentro, que la harina. El sacerdote, que era un
curioso de siete mil pares de redaños, tuvo que probarla. Y cuando la probó
obsequió a su paladar con diez mil arpegios de dulzura. Extrañamente era la
sandía más dulce que había comido en su vida. Sin embargo, ni el veterinario ni
Don Segundo quisieron probarla, y el cura, que era bonachón, confiado, y valiente,
se llevó las dos mitades de aquel milagro y se las devoró con una buena gallina
en salsa al día siguiente junto con sus tres sobrinos. Dicen que Pedro, el
bizco, recogió tres o cuatro pepitas sobrantes y las sembró en su finca, y que
al cabo de nueve meses la finca dio a luz cuatro o cinco terneros, que brotaron
de la tierra ante la mirada estupefacta del hombre y su familia, de donde le
viene su actual fortuna. La vaca de don Segundo no volvió a parir más sandías y
dio a luz terneros al año siguiente como si nada. Por eso nadie cree esta
historia, pero yo juro que es verdad porque lo vi con estos ojos que se ha de
comer la tierra.<o:p></o:p></div>
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<i>Julio 28, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-57663995173221227432015-02-19T12:23:00.002-08:002015-02-19T12:23:19.367-08:00La Sandía, las Serpientes, y las Mariposas.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Llegaba ya el reloj a dar las
siete menos cuarto de la tarde cuando Francisco Ruiz, o sea yo, se vio
espoleado por uno de sus escasísimos lectores, lo creáis o no tengo algún que
otro lector, se vio espoleado a hacer una nueva versión de La Sandía y la
Mariposa. Su nivel de estreñimiento, bueno, el nivel de mi estreñimiento era en
ese momento lo suficiente como para que hiciera una nueva mediocridad llena de
defectos, pero se arriesgó, me arriesgué, me arriesgo, y ahí va el relato:
Juan, el de la Concha, tenía la finca más ubérrima de la comarca. En ella, como
en aquella tierra prometida por Dios a los hebreos, las plantaciones crecían de
una forma tan exuberante que parecía una tierra bendita, y resultaba su
propiedad la mejor propiedad de toda la comarca. Melones del tamaño de sandías
gigantes y sandías del tamaño de tres balones de reglamento se criaban a la luz
del sol, a trescientos metros sobre el acantilado que daba a la playuela. Juan,
el de la Concha ni se esforzaba en regar, ni abonar aquella tierra, negra como
la muerte, y fecunda como los malos escritores. Decía que la huerta se regaba
sola y se abonaba sola y se recolectaba sola. Y debía de tener algo de verdad
aquello porque todos los jornaleros de la edad de Juan estaban quemados,
envejecidos, y cansados de tanto batallar y batallar en extraer las perlas a
aquella ferocidad de campesanía, mientras que el aspecto de Juan era el del
eterno adolescente. Y por eso ocurrió la desgracia. Porque Juan el de la Concha
era guapo de verdad, guapo hasta la exquisitez, guapo hasta la extremaunción,
que pareciera el Espíritu Santo de guapo aquel mozo entrado en años que no
parecía entrado en años. Buen mozo de vara de mimbre y clavel en la boca.
Teresa, la del Alberto, se enamoró de él, un día que lo vio llevar siete
sandías sobre el burrito negro de la Hortensia, recién sacadas de su huerta.
Dicen que la Teresa, la del Alberto, era bruja, y le echó la maldición a las
tierras. Porque Juan el de la Concha la rechazó al pié del altar por la Jacinta
Eufrasio. Le dijo delante del Cristo de las tres Agujas: de aquí en siete meses
a tus sandías se las llevará el demonio, y la Jacinta Eufrasio respondió
airada: verás mariposas donde las serpientes. Hasta la misma Jacinta Eufrasio
se quedó extrañada de aquella respuesta que le dio a la Teresa sin saber
porqué, y sin conocer el significado de aquellas palabras tan misteriosas.
Efectivamente, a los siete meses del desplante, las sandías estaban tan grandes
que parecían la mejor cosecha nunca habida en el pueblo. Juan el de la Concha
estaba feliz, su novia, que no su mujer, pues no se casaron, la Jacinta
Eufrasio, embarazada de siete meses, y el asunto de la boda olvidado por todos,
menos por la Teresa. Se cortaron treinta sandías para el bautizo del niño, que
nació sietemesino, y ahí se obró la maldición, pues cuando fueron a rajar a las
sandías éstas estaban huecas por dentro y en su lugar había serpientes,
serpientes, culebrillas de agua verdes y amarillas que asustaron a todo el
mundo y fueron masacradas a pisotones despiadados. Esa noche, cuando la Teresa
fue a comer sandía, sin ser avisada por nadie del pueblo, al rajar una sandía
que parecía lozana y hermosa, descubrió el interior de la misma lleno de
mariposas azules.<o:p></o:p></div>
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<i>Julio 27, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-65019676986903222912015-02-19T12:22:00.002-08:002015-02-19T12:22:32.591-08:00La Sandía y la Mariposa. Funesto Embarazo.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Era un día de primavera como otro
cualquiera, las golondrinas y los vencejos lo atestiguaban con sus siringes y
no siringes en un concierto afrodisíaco de chillidos iridiscentes. Bajo el
emparrado, tan verde que parecía esmaltado de esmeraldas, justo al lado de la
jaula de los pavos reales, crecía una pequeña sandía, proyecto de lo que sería
una espectacular bomba atómica de las cucurbitáceas. Los pavos reales exhibían
sus colas con los ojos verdes de doce mil panteras azules, y, en la acequia, un
sapo lleno de verrugas ponía un contrapunto deforme a un deforme botijo
picasiano. Sobre el diminuto proyecto de sandía una mariposa blanca, con dos
grandes manchas negras en sus alas, se posó, y, ya fuera por pura necesidad
biológica, o por instinto únicamente relacionado con el Marqués de Sade,
depositó un huevo de nácar, un diminuto huevecillo imperceptible, malicioso y
perverso como ninguno. Después de perpetrar el salvaje crimen la mariposa elevó
su vuelo como si nada, diríase que al chirrido de un acordeón rumano siguió el
leve sonido de la flauta de Pan, y el insecto se alejó de allí arrastrado por
la ventolera como una hoja seca. A las pocas horas, ya de noche, el gusanito
salió de aquel ovoide, y traspasó la carcasa de la sandiíta, para instalarse en
su pulpa, aún blanquecina, mientras un grillo demente arpegiaba enloquecido
diez y siete mil estrellas azules hacia un cielo con diez y siete mil estrellas
azules. El gusanito, habría que poner aquí algún instrumento que sonara como un
lento y macabro deambular de carcinomas, empezó a degustar aquel fruto y su
sabrosa humedad, y la planta, avisada por su ovario infectado, se esforzó en
acomodar aquella putrefacción y de darle toda clase de comodidades. De tal
forma que al llegar el veintisiete de Julio el dueño de aquella huerta pudo
comprobar como, ábranse los ojos ante tamaña monstruosidad, crecía en sus
propiedades una demencial sandía de una longitud bellaca. Aquella sandía era la
sandía más grande jamás vista por ser humano alguno. De tal tamaño colosal los poetas
ya estaban a punto de celebrar rimas azucaradas y llenas de almíbares sublimes,
y los comerciantes estaban prestos a la subasta para hacerse con la sandía más
inmensamente colosal que sucediera nunca. Pero dentro de la enorme y
desequilibrada carcasa la traición era la misma que la de Judas sobre
Jesucristo, y la malignidad era un gusano del contorno de tres brazos humanos.
La voluptuosidad, la lujuria, la ninfomanía, la lascivia del gusano verde y
curvo estaban dentro de la esfera desproporcionada desproporcionadamente. Los
pavos reales observaban aquella enormidad y, sublimes, mostraban sus impasibles
geometrías perfectas. Ya de noche, el agricultor, soñaba con grandes ganancias
al peso, o dudaba con comer él mismo la espectacular obra de arte con sus siete
hijos gitanillos. Y en eso estaba cuando aquel aborto de sandía jamás visto
reventó dando a luz una singular mariposa, tan grande como un pavo real. Y ya
batiendo alas se alejó del cortijo ante el asombro del hombre de la finca.
Dicen que por la carretera, a la mañana siguiente, un hombre perdió su cerebro,
succionado por la espiritrompa de un monstruoso lepidóptero gigante.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
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<i>Julio 26, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-72329583019013114202015-02-17T03:26:00.001-08:002015-02-17T03:26:50.434-08:00La Sandía.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es la sandía, toda ella roja de
dulzura, casi como avergonzada de ser tan buena, un regalo de los dioses a los
humanos. Ella guarda, céntimo a céntimo, cada doblón de oro de los atardeceres
del verano, en su pulpa esponjosa y tierna, amable y dulcísima, como una
extraña hucha que atesorara cada atardecer. El sol, iracundo, mitad divino
ángel, mitad furibundo escorpión, decide prolongarse dentro de la verdísima
carcasa, y toda su rabiosa antitesis de escarcha se vuelve frescor y agua y
azúcar dentro del fruto, como si al astro omnipotente no le bastara ser
espejismo amarillo en las negras acequias y en las transparentísimas albercas y
necesitara para cumplir su misión de tórrido poeta depositarse en los paladares
de los cuerpos a los que abrasa para compensar su indómita naturaleza. Y es así
que al probar la sandía son los arpegios de las arpas cristalinas, que en las
albercas doradas, bajo los verdes emparrados, descompuestos en un caleidoscopio
de chispas de plata y de centellas cegadoras, fulgen y relampaguean, los que
acuden a los paladares que la degustan para embriagarlos de placer. Y es todo
el verano, el verano de las playas azules y de las riberas fecundas, donde los
cuerpos brillan aceitosos, desnudos y sublimes, el que acude a las sedientas y
hambrientas bocas, con el deleite de la miel y la amabilidad de lo sabroso.
¿Habéis probado, en uno de esos almuerzos de verano, siempre esplendorosos, a
cortar a cachos la sandía y agregarle azúcar?. Como si quisiéramos que nuestro
paladar sufriera de un orgasmo y de un éxtasis jamás alcanzado, le echamos
azúcar a los trozos de sandía y lo guardamos en un vaso, en la nevera, para
tomarlos más tarde. Y es todo tan empalagoso y rico que de verdad alcanzamos el
marasmo, la apoteosis de la dulzura, y un batallón de ángeles rubios, de ojos
azules y transidamente bellos, pasa por nuestros labios después de la siesta,
cuando bebemos y comemos ese vaso con los trozos de sandía almibarados. Fríos
ya por la nevera, macerados hasta el merengue, tan rabiosamente melosos que
sólo los dioses podrían haberlo concebido en sus paraísos celestiales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando era niño, en la azotea de
mi casa, siempre cultivaba sandías en las macetas. A mediados de Agosto, o
incluso ya en Septiembre o incluso antes, en Julio, una diminuta sandiíta, no
siempre muy dulce que digamos, pero muy simpática, más pequeña que una pelota
de tenis, descansaba sobre la tierra bajo los sedientos geranios. Y siempre un
geko era testigo de aquel prodigio de dulzor encapsulado. Siempre me daba por
guardar cientos de pepitas en un vaso seco en el mueblebar del comedor, mi
madre protestaba y yo no le hacía caso, y me salía con la mía.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Soy un escritor muy mediocre, ni
esforzándonos seríamos capaces de aproximarnos a lo que Juan Ramón Jiménez
decía de este absoluto despropósito de la dulzura coagulada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<i>Julio 25, 2007<o:p></o:p></i></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-1104706509054181172015-02-17T03:20:00.001-08:002015-02-17T03:20:42.878-08:00Sátiros en el parque.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Fui succionado por un argentino.
El parque en Junio ardía de manera verde. Hacia arriba los árboles, atlantes
inmóviles, se empeñaban en ocultar el cielo, tapizando cada trozo en una
especie de mosaico de oro. El sol se enfurecía en los filos de las hojas dando
dorados zarpazos de diamantes, y en la fuente, la voluptuosidad de un rayo de
sol bailaba un frenesí de estrellas, multiplicando en la sombra el espejismo,
un espejismo levemente marino, ondulado, serpentiforme, y amarillo. Cantaban
pájaros sus proclamas de masculinidad o sus gritos de socorro, llamaban los
eternos pichones a sus madres, desesperados, reiterativos, acuciantes,
promiscuos, sádicos, insomnes. Por entre la hojarasca se veían pavos reales en
éxtasis, sus miles de ojos parecían esmeraldas iracundas, enojadas. El pavo
real mostraba la majestad de la belleza, archiduque gallináceo, zar de las
aves. El imperio de los verdes ojos se ocultaba en las ramas de los jazmineros,
nevados y puros, que exhalaban su lujuria de perfume a lo alto, como una
plegaria de extraños inciensos. Aquí una palmera solitaria dejaba caer su néctar
en dosis, despreciativa de sus semillas, abortándolas casi, generosa y
abundante, multípara. Corría por ese otro lado una mugrienta rata sarnosa. Aquí
picaba un mirlo, de un negro espeso y rotundo, repetitivo de su pico naranja,
se oían los siseos al darle la vuelta a las hojas secas, buscando largas
lombrices asquerosas. En la explanada de los juegos los cacharros aguantaban un
sol hiriente, naranjas, rojos, y azules. Los toboganes enseñaban su esqueleto
de hierro, voraces de niños, necesitados de chavales, implorantes de infancia,
como pederastas minerales, o extraños dinosaurios sin hormigas. Pasaba un
turista deslumbrado, en pantalón corto, con la máquina fotográfica, el típico
japonés estremecido. La fuente manaba gotas de oro líquido, rabiosa de
juventud. Beber aquella agua era arriesgarse a un leve herpes, no beberla era
una blasfemia. Pedía desde el fondo del suelo una boca, unos labios, para
entrar en ellos y saciar la demoníaca sed. El calor deba coses de mulo, era
violenta como un escorpión, alacránica y demente. El pavo real pasaba,
majestuoso y silente, como un asesinato de las bellas artes. Su silueta era la
de un extraño navío en un mar jamás descrito. Una incógnita, una pregunta al
aire. Un jeroglífico egipcio de neoclásica respuesta. Andalucía en la sombra, o
lo Hindú en el centro de Nueva York. En la chapa del tobogán el calor se había
puesto de oxidado tumultuoso, buscaba un cuerpo al que acariciar con un suave
dolor. Había unos promontorios de colores, para saltar de uno en uno, como islas
en un mar de albero. Silencio absoluto. Sólo una cigarra y los pájaros,
enfurecidos, pesados, suplicantes, infelices, hermosos. Pasábamos los sátiros
por entre las enredaderas. Antiguos ciervos y lobos libres, esclavos de nuestro
deseo. Reprimidos saliendo por la grieta, saliendo por la válvula de escape.
Nuestras braguetas temblaban. Duras las vergas, dentro del pantalón aprisionadas.
Bailábamos los sátiros siguiéndonos los unos a los otros. Miedo y valor.
Excitación al borde de un seto. Mucha excitación, una excitación infinita. De
imposible descripción. Miedo, valor. Pecado, sodomía, naturaleza. En el suelo,
sucio, restos de antiguas camaraderías, condones usados y cajetillas vacías de
tabaco. Hojarasca. Los eternos mirlos. Danza de Lesbos, danza de Kavafis. Fue
la tarde de Santiago, y casi por compromiso. Luego, la eyaculación abundante,
el placer, y la huida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<i>Junio 29, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-19244046159389187492015-02-15T04:49:00.003-08:002015-02-15T04:49:48.730-08:00Hormigas, Libélulas, Demente, e Insecticida.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El teclado está lleno de
hormigas. Los enfurecidos insectos cubren el teclado de forma paroxística. Se
agitan de aquí para allá con una violencia inusitada, minúscula y descomunal al
mismo tiempo. La marabunta sería capaz de descarnar la pata de jamón de un
cerdo con la voracidad de las pirañas amazónicas. Todo hierve, las hormigas
parecieran las diminutas gotas de vapor que se forman en la olla de agua
hirviendo. Ebullición de desaprensivos insectos. Ebullición en el caldero de
Satanás. Las liliputienses mandíbulas destrozarían hasta su desaparición el
dedo de Chopín. Es un fastuoso mar de pequeñas migajas de pan negro. Migajas
animadas de vida que se agitan convulsas sobre el teclado. Tocata y fuga de
Bach en un órgano del siglo XXI. Muerden sin arrepentimiento. Vivas,
eléctricas. ¿Es posible que alguien haya
untado el teclado de miel o de azúcar?, ¿de dónde surge este frenesí de
artrópodo rebelde?. Repetitivo el clavicordio da notas y más notas salidas de
la mente de un organista heroinómano, se balancean en las partituras rosas las
notas de amarillo limón o naranja, cascabelean un millón de serpientes de
cascabel enardecidas, y la olla se llena de burbujas de vapor transparentes y
calentísimas. Los crótalos rabiosos depositan sus castañuelas ebrias en la
danza macabra de los millones de estrellas cochambrosas. Las hormigas sobre el
teclado semejan el aspecto de la ciudad desde el rascacielos, los viandantes
podrían ser aplastados sin piedad si no produjera cosquilleo su innumerable
cantidad logarítmica. Están esos individuos posesos de tal forma que ha debido
de producirse un sortilegio de vudú haitiano o un antiguo aquelarre medieval
los convoca, y como zombies bailan de aquí para allá sobre las teclas de la
máquina. Debajo del caldero el fuego se agita con la petulancia de los demonios
azules. Muerde.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En la pantalla del monitor
libélulas y caballitos del diablo. Minúsculas pleitesías de cristal,
transparencias de vidrio, gasas translucidas, acordes de silencio inmáculo. Diamantinos
topacios azules y violetas. Monstruosos los ojos de los odonatos. Bellísimo
para los coleccionistas y los naturalistas. Gotas de miel en cada refilón de
figura. Ambares y berilos preciosísimos. Ponientes y dorados que fulgen en cada
monstruo, púrpuras de sangre divinos. Armonía e iridiscencia. Notas de
clavecín, de piano, metálicos brillos de plateadas trompetas, de doradas
trompetas. Silencio.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Frente al ordenador el demente.
No se atreve a pulsar cada tecla del instrumento. Las hormigas están ahí,
protegiendo, con su mórbido paroxismo, el teclado, para que el demente no toque
su partitura. Es necesario pues que el psicópata haga un esfuerzo. Se levanta.
Hay en la casa un bote de insecticida. Espera el gaseoso veneno, perfumado de
indómitas lavandas, como la antigua lámpara de Aladino, la mano vehemente que
saque su genio demoledor de su prisión silenciosa. El demente pulsa el spray,
la estancia se llena de extraños piretroides químicos, aromas a salvia y
pachulí surgen infernales y celestiales, precipitándose sobre el colectivo. Ya
puede el demente dar a la tecla. Y la pantalla queda a obscuras, como un espejo
de purísimos azogues.</div>
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<i>Junio 15, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-82154764278587424162015-02-15T04:42:00.002-08:002015-02-15T04:42:39.933-08:00El Sable de Napoleón.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estaba buceando en el internet
cuando me acordé de un episodio desagradable de mi vida sexual. Una burla
hiriente a la que fui sometido. Y recordando esa burla hice un poema bastante
vehemente. Pero el caso es que seguí nadando dentro de las aguas brillantes de
la pantalla del ordenador, tras hacer el poema, aguas que escocían mis ojos
como el cloro, por cierto. Y dentro del espacio cibernético me encontré de
bruces con la noticia siguiente: Subastan el sable que llevó Napoleón en la
Batalla de Marengo por cinco millones de dólares. Acto seguido de leer esa
noticia imaginé hacer un relato en el que el rico comprador del histórico sable
lo utiliza para cortar las cabezas de muchachos adolescentes a los que él mismo
secuestra por pura diversión. Habida cuenta de mis escasos recursos literarios
me encontraba ante una inmensa montaña a la que escalar con las manos desnudas
y sin arneses. El sable brillaba forjado en las fabricas de acero de Rouan, por
poner una ciudad francesa en la que sabe Dios si alguna vez hubo una fábrica de
sables, y su empuñadura de brillantes, topacios, granates y esmeraldas, en un
fino arabesco oriental que haría las delicias de una princesa real de ser
lucidos en una diadema o broche, relucía enfurecida y macabra como los ojos de
un demonio. Más allá, los adolescentes, encadenados al potro de castigo iban a
ser degollados por el sátrapa, inmensamente rico e inmensamente gordo,
gordísimo, tal una ballena o cachalote. El psicópata disfrutaría con la muerte
de los muchachos y ver caer de las ramas de los geranios las exuberantes flores
mientras utiliza de tijeras de podar el sable de Napoleón le excitaría casi
tanto como la dosis de cocaína purísima recién esnifada por su nariz. Una
mediocre snuff movie estaba construyendo con una falta de recursos tan brutal
que acariciaba la parodia de un Tomas Harris borracho, y era yo a un mismo
tiempo el remedo absoluto de ese brillante escritor y el aprendiz de brujo
devorado por la insignificancia y majadería del relato. Los torsos desnudos de
los muchachos brillarían sudorosos y aceitosos mientras el psicópata, y en ese
mismo instante me dí cuenta del soberano zurullo que estaba edificando,
pensando más con el culo que con la cabeza. Y es que yo no soy ningún Azorín. Y
entonces el sable de Napoleón se transformó de improviso en la soga de ahorcado
de Judas Iscariote. La trama cambiaba, ya no era un rico que compra en Cristies
un sable guerrero el protagonista, sino el hallazgo en Israel de la soga
utilizada para desaparecerse a si mismo del gran traidor, del traidor por
excelencia. Volvía a aparecer un rico comprador. El rico comprador se
adjudicaba, en una enloquecida subasta, de la soga de ahorcado de Judas
Iscariote. Y volvía a utilizarla para un acto antinatural, o naturalísimo, la
masturbación. Ahí ya podía describir yo, es mi especialidad, los intensos
espasmos de gloria que el vicioso y adinerado comprador sentiría casi
ahogándose con la infernal cuerda. Las miles de estrellas suavecísimas y
calientes que sentiría en su sillón de armiño, rodeado de orquídeas y rosas, en
su mansión lujosísima, mientras la soga, rodeando su cuello, lo asfixia al
borde de la muerte, y la abundante y lechosa eyaculación final, amueblada de
luces violetas y azules, y de colibríes dorados. El acto, la misa negra
subsiguiente, y la adoración de la soga como instrumento sacrílego y bendito
para una cohorte de adoradores del diablo. Por un momento he pensado que
muchachos desnudos salen de entre la maleza para desollarme vivo, y que no
puedo escapar de la pobre insubstancialidad que soy.</div>
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<i>Junio 11, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-30652110935863241482015-02-15T04:38:00.002-08:002015-02-15T04:38:07.271-08:00La balanza de los Colores.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un amarillo presumido estaba
sobre la valla de un jardín, y contemplaba desde su puesto de pintura el
amarillo triste y verdoso de un limón. Mientras discutían sobre lo que hacía el
dueño de la finca, un asesino que había matado a un hombre y lo había sepultado
en dicho jardín, se posó un caballito del diablo verde y lila en una flor azul,
y los colores, aburridos, empezaron a hablar de lo cara que estaba la vida para
los colores, pues había un aprendiz de mago en las inmediaciones que los robaba
y los apresaba en una redoma para sus magias indecentes. La conversación rayaba
en la discusión enfervorecida y todos los colores estaban a punto de pelearse
los unos con los otros. El dueño de la finca había usado para el asesinato un
azadón, y quedaban restos de sangre púrpura en el filo del instrumento, afilado
hasta el espanto. El púrpura de la sangre habló entonces advirtiendo que el
aprendiz de mago estaba cerca y todos sus contertulianos enmudecieron a la vez.
El silencio se posó sobre la escena como la lápida de un tumba sobre el hoyo,
pesadamente y rotundo. En la finca el asesino cortaba el seto y el emparrado
con unas grandes tijeras rojas. Una mosca negra y molesta le revoloteaba por la
frente, con la desobediencia de lo molestísimo, y el asesino, vestido con un
nicki de algodón violeta, intentaba proseguir la poda macabra y al mismo tiempo
acabar con el furioso díptero. Estaba al borde del colapso nervioso, pues la
insolente mosca, atrevida y bravucona, intentaba metérsele por uno de los
orificios auditivos, de tal manera que el hombre, sin querer, le dió un
espantoso corte al rosal del jardín, y una rosa negripúrpura cayó sobre la
hojarasca rojiza del césped, como un extraño guante desprendiéndose de una mano
de reina. El hombre entonces, cesó su trabajo y empezó a dar manotazos al aire.
La mosca no se apartaba de su presa, furibunda como su primo el tábano, y
pegajosa como una cinta de celofán, sonaba a lo lejos algún violín estridente y
eléctrico tocado por un demente. El mago apareció en el escenario. Era un
muchacho joven, de unos veinte años, delgado y guapo, pero tuerto de un ojo, lo
que lo afeaba considerablemente, y estaba vestido con una camisa de Foam Gum,
con un títere o muñequito fucsia sobre un fondo negro, y unos pantalones
vaqueros. Dió un golpe a su varita mágica y todos los colores se desgarraron de
sus sitios precipitándose en la redoma de cristal que llevaba en la mano. Sonó
un chillido como de azúcar y zumo de pomelo. La naturaleza quedó translúcida,
la libélula transparente, el césped, incoloro, como de cristal, como de gasa,
la valla amarilla quedó desprovista de color, el limón parecía una extraña
medusa marina, la rosa parecía otra medusa, o hecha enteramente de vidrio, como
en las tiendas de Joyería, y finalmente, el suelo de la finca quedo tan desnudo
a los ojos que se pudo ver el cadáver del muerto, con la cabeza separada del
tronco y los ojos casi saliéndosele de las órbitas, enterrado en la translúcida
arena. El negro de la mosca desapareció del artrópodo dejándolo igual que un
camarón marino, y de los ojos verdes del asesino desapareció el esmeralda,
atrapado en la redoma. El muchacho, entonces, invocó al demonio Absalón, y
desapareció. Pronto estuvo en la escuela de magia potagia, abstraído en ir
separando uno a uno los colores que había robado hacía poco. Los que más le gustaban
eran el lila de la Libélula, el púrpura de la sangre, y el negripúrpura de la
rosa. La tarea que le habían pedido sus profesores era la de pesar cada color
en la balanza de los colores. Tenía que ir con mucho cuidado. En uno de los
platillos de la balanza tenía que poner el color, y en el otro platillo del
instrumento tenía que poner notas musicales. Las notas eran ácidas y
diamantinas, maullidos de gato, chirriar de canto de grillos, brillos de luces
en los cristales de los coches, transparencias de las aguas de una piscina. En fin,
una tarea ardua y complicada pero muy muy bonita. Sus profesores le pusieron un
notable alto.</div>
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<i>Junio 8, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-19367845895030704972015-02-15T04:33:00.002-08:002015-02-15T04:33:17.150-08:00La Tienda de Lámparas.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Brillan, perlas de luz que se
deslizan sobre la curvatura de las lámparas de araña, gota a gota, como
lagrimones de vidrio exquisito, descoyuntando el iris, retorciendo el prisma de
lo cristalino, espejismos sublimes, fulguraciones y transparencias,
translúcidas o no translúcidas, acuáticas o no acuáticas, fosforescentes y
fluorescentes, sangre de luna o savia deslumbrante del sol, licor áureo, humor
argénteo, nácar derretido, carey morboso, topacio fundido, ámbar, esmeralda,
rón de caña, o azules fúlgidos, o amarillos iridiscentes. La tienda de lámparas
estaba allí, como una rosa de rosas lumínicas, como una rosa de pétalos de
rosas de pétalos de rosas de pétalos de rosas de oro. Cada lámpara era una
construcción sublime, la tienda era un diamante indómito, un rayo en la
profunda noche, un brillante resplandeciente, una caja de luz en la que la luz
apresada engendraba a su vez más y más luz, hasta lo onírico. La tienda era un
palacio barroco, un templo rococó, una mezquita deliciosa, y las lámparas eran
arabescos soberbios de fúlgidos resplandores, rabiaban las pupilas deslumbradas
por las fulguraciones indescriptibles, los ojos lloraban deslumbrados, las
transparencias eran acuáticas, como reflejos de agua y sol de verano en una
pared, o eran los ámbares tan deliciosos como la miel, o relumbraban como
arañas fantasmagóricas de un cielo de tarántulas de luz insepulta. Aquello era
un rabioso amanecer fecundo, un atardecer criminal lleno de oro, una noche en
el palacio del rey de Siam, la corona del zar de Rusia, el sol en el oriente,
en el mediodía o en el atardecer, la luna de nieve fulgurante, la montaña
nevada al mediodía, el rayo, una gardenia de cristales de infinitos
resplandores. Cada lámpara era de una exquisitez morbosa, unas tenían cinco
brazos de oro, otras una esfera de luz irremediable, otras una elipse de santo fulgor,
otras un punzante puñal en los ojos, los neones eran soberbios, los rosas y los
azules escocían como arañazos de uñas de gato, daban bofetones los verdes
rabiosos, los rojos irritaban, los amarillos hervían, asesinaban los azules.
Las lámparas circulares tenían varias esferas de cuchillos de oro, eran
diamantes sin eclipse posible, espejismos en el desierto, con la sed haciendo
daño en la garganta, las lámparas cuadradas hacían la delicia del amante al
arte abstracto, las de art decó eran soberbias obras de algún Gaudí
esquizofrénico. Las Lámparas contemporáneas se preparaban para su función en la
restauración, algunas se preparaban para dar magnificencia a la mansión de un
rico, otras se preparaban para el cuarto de estudio de los niños de un obrero,
y otras se preparaban para el laboratorio de un científico, con un millón de
candelas de potencia por centímetro, dejaba ciego tanta luz. Pero la tienda
tenía también un cuarto oscuro, un cuarto donde no entraba ninguna luz, y allí
brillaban las pulseras fluorescentes rosas y verdes, los collares de
fosforescencias rojas y azules, como en una fantasmagoría, porque el dueño
quería que se viera el contraste entre la luz y la sombra, la enormidad
delincuente del claroscuro, lo hermoso de la luz en la oscuridad más
empalagosa. Cuando se entraba en el cuarto oscuro, tras un segundo de luz
aparecían las formas circulares de las pulseras de los neones fluorescentes
rosas y verdes y azules en la oscuridad, y al salir del cuarto oscuro y volver
a la luz uno se quedaba deslumbrado y ciego nuevamente por tanta Apocalipsis de
iridiscencias tántricas. El dueño de aquel cielo era extremadamente cuidadoso y
no dejaba que ninguna bombilla se fundiera. Pero el negocio, con la crisis
inmobiliaria, no levantaba vuelo. Un día vino al local un rico y compró una
lámpara carísima. Otro día visitó el local la muerte y se quedó estremecida. En
la alambrada, presos, cantaban los ruiseñores ciegos.</div>
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<i>Junio 7, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-67387434677518531642015-02-15T04:30:00.002-08:002015-02-15T04:30:10.113-08:00El Año del Cristo.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aquel año la sequía era brutal.
El arroyo de los Mimbres, siempre cuajado de pececillos grises y ranas verdes
se secó de raíz dejando un hilo de agua, una cinta de plata al sol que rabioso
golpeaba las frentes de los lugareños. La canícula mordía con ínfulas de
escorpión enfurecido, podría decirse que las víboras estaban en el mejor
momento, se las veía por todas partes, lividísimas y vivísimas, serpenteantes y
cascabeleras, típicas de un far west cuasi mejicano, estribaciones de la
frontera Huelva Extremadura, y más de un niño fue envenenado por ellas, causando
pavor en la comarca. Los niños además andaban revueltos y salvajes arrojándose
piedras entre ellos por las rencillas propias de los niños y desesperados por
no poder aprovecharse del arroyo. El calor, danzante egipcia, negro de Africa,
león de Etiopía, bailaba sobre los techos de zinc, despertaba salamandras de
noche, que a la luz de la luna parecían acrecentarse innumerables, y ponía
sobre la veleta de la Iglesia, un gran alacrán de cobre, extrañísimo, su zarpa
de furor rojo. En los emparrados, las verdes vides ofrecían una sombra escasa
constelada de diamantes, y en las albercas del ganado brillaba el sol
argentífero y tremendo. En el casino no se hablaba de otra cosa, de la sequía
extrema, de la calor incesante, y el maestro y el cura se disputaban la
primacía de la fe sobre la razón con un cruel enfrentamiento propio de bellacos
y agitadores, entre copas de anís dulce y mentolados de naranja. Rivalidad
entre el magistrado y el ministro de la Iglesia cuajada de indirectas a la
inquisición española. Pero no llegaba la sangre al río pues Pilontes, el
cacique del pueblo andaba con ojo poniendo a los anarquistas un poco de su
propia medicina, sabiendo el lobo más que cuatrocientos tigres, de lo viejo que
aquel diablo era, que hubiese parecido a los ojos de un extraño que el mandamás
hubiese estudiado a la vez en la Sorbona de Paris y en los antros de los
Bakunines. Aquel año fue el año en que llegó Fernando Garcés al pueblo, a
comprarse la casa de la Loma y a ennoviar a Jesusa, y que se saldó con un navajazo
la noche de bodas de Dosdedos a Dientemellado por unas copas no pagadas en la
barra. Pero aquel año fue el año en que se pudrió el Cristo de la Demanda a la
vista de todo el pueblo cuando salió de procesión el diez de julio. Lo sacaron,
como digo, en procesión, delante iba el generalato y Doña Mencia, la viuda más
rica del pueblo, con mantilla española bordada en seda. Cuando llegó frente a
la Cuesta del Benito, ladró un perro, y el Cristo empezó a vomitar larvas y
escarabajos amarillos por los ojos, la boca, y el costado. Fue un horror, la
madera crujió y un brazo corrupto cayó al suelo golpeando los adoquines y
quebrándose en astillas. Salieron las larvas, gordas como naranjas, y los
coleópteros amarillos, gigantescos como cebollas, y la gente empezó a
santiguarse y a santiguarse diciendo qué espanto, qué espanto. Y justo cuando
la gente empezaba a llorar, tronó el cielo, un relámpago puso un toque
escarlata a la tremenda escena y empezó a granizar con ira. Una noche terrible.
Al Cristo se lo llevaron corriendo, suspendiendo la procesión, la gente exclamó
desesperada y con miedo, y la granizada derribó el muro de la Huerta del
Contao, que cayó enorme y majestuoso, y en la Iglesia una gotera llenó la pila
del agua bendita inexplicablemente. Tres día más tarde quemaron la madera
podrida del nazareno y mandaron a la capital por un buen imaginero, nada se
pudo hacer con la imagen, sino encargar otra.</div>
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<i>Abril 16, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-34183124485324461852015-02-03T09:29:00.002-08:002015-02-03T09:29:49.118-08:00En dos Dimensiones.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Yo vivo en una sola dimensión o
quizás sean dos dimensiones, ancho y largo, aunque bien pensado no es que yo
viva en dos dimensiones, sino que soy de dos dimensiones. Soy de dos
dimensiones porque soy una casilla del tablero. Una casilla blanca, rodeada,
estoy en una esquina, por un precipicio misterioso, sobre la que se asienta una
oronda torre blanca. Y cómo pesa la condenada, me deja aplastada aplastada, no
sé cómo puedo soportar tanta obesidad sobre mí. Es un castillo elocuente, lleno
de ventanales góticos y torreones, edificado en marfil y mármol, aunque también
he tenido torres de cristal encima, pero la actual inquilina de mi zócalo de
mármol es una torre de marfil y carbonato cálcico, magistralmente tallada por
un artesano. Añoro el tiempo en que sostenía la torre de cristal, la ambarina y
la translúcida, qué tiempos aquellos, se veían partidas de ajedrez prodigiosas,
mi dueño era el Gran maestro Charcatovsky, jugaba partidas de ajedrez con los
ojos vendados, los peones de cristal ambarinos se coronaban magníficas y
bellísimas reinas cuando alguna vez llegaban a mí, no me costaba esfuerzo
soportar el peso amable del vidrio translucido, del cristal ambarino, que
tintineaba a veces como crujidos de celosos grillos veraniegos. Qué partidas
aquellas, qué proezas, qué gestas recuerdo. El campeonato mundial Charcatovsky
contra Krilov, y diez tablas seguidas, uno pura intuición, el otro lógica
matemática, no se rendían, horas y horas de sublimes partidas bajo la presencia
de los aficionados, atentos a cada movimiento, los ojos sin pestañear siquiera,
el silencio sepulcral de lo incógnito, alguna tós inoportuna rompiendo lo espeso,
el humo del tabaco en los ceniceros de plata. Venció Krilov, en la undécima
partida, yo sostenía a un rey de vidrio rojo, la reina de vidrio verde le dió
el mate final, Charcatovsky enojado tiró el tablero al suelo, caí sobre el
estrado y mi esquina se quedó roma. Luego Charcatovsky no quiso jugar más al
ajedrez durante seis meses, seis meses que se me hicieron eternos, sin ni
siquiera sostener ni un mísero peón, arrinconada en el desván de su
aristocrática mansión de Crimea. Del juego de piezas de cristal jamás se supo,
y al morir el maestro me vendieron. Ahora soy un adorno en la casa de Smith and
Johanson, consultores. Tengo un castillo encima, muy pesado, muy gordo, y muy
elocuente. Hacia el precipicio hay una alfombra iraní con arabescos y párrafos
del Corán. La torre tiene unos servidores, tocan las trompetas cada mañana,
aunque sólo yo las oigo, y la verdad es que el polvo me cubre, aunque yo digo
que es nieve lo que se me cae encima. En la torre quizás habite un monstruo,
pero no lo he visto salir nunca, lo que si veo es una hilera de hormigas que me
pulsan levemente y suben en fila india, marcialmente disciplinadas. Bueno,
acabo de sentir pasos en el salón, quizás sean Smith y Johanson y quieran jugar
conmigo, me callo, hasta otra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<i>Marzo 27, 2007<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nota del editor.- <a href="http://surrneorroco.blogspot.com/2009/04/la-envolvente-infinita.html">http://surrneorroco.blogspot.com/2009/04/la-envolvente-infinita.html</a></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-71219823701524186332015-02-03T09:18:00.002-08:002015-02-03T09:18:06.420-08:00El Gato.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El gatito estaba jugando sobre la
mesa. Era un gatito negro, de un antiarmiño rotundo, nocturno y brillante,
córvido y aterciopelado, y sus ojos, de un ambarino verde, parecían echar
chispas de crisoberilos furiosos. Jugaba sobre aquel jarrón de cristal labrado
en cuyo fondo dos glóbulos oculares arrancados, vidriosos y sanguinolentos,
reposaban monstruosos y macabros, testigos de un horror de difícil descripción.
Estiraba la patita y con su garrita pretendía sacar la pupila arrancada de su
estilizada jarra de vidrio. Los ojos daban vueltas y más vueltas ante el acoso
de las uñas del algodón. Los alfanjes minúsculos del prototipo liliputiense de
pantera se clavaban en las bolas carnosas de aquellos órganos de la visión
brutalmente agredidos. Aquello era un combate en el que uno de los ojos, casi a
punto de salir del cristal, resbalaba para volver al fondo, como las bolas de
una lotería, y el felino, contrariado, volvía a meter su garrita en la jarrita,
como el gato que introduce sus armas en un acuario por un shubukin naranja. La
habitación permanecía en silencio, testiga muda de aquel horror magnífico. Tres
cuadros de Miró adornaban aquel exabrupto de salón, uno de ellos era un
triángulo rojo y una media luna naranja, otro de ellos, de título mujer y jaula
con pájaro, era un trapecio limón que terminaba en siete líneas concéntricas, y
el tercero, era un garabato de rayas con un círculo amarillo. El gatito
proseguía en silencio su violento entretenimiento, en un estado de éxtasis y
devoción absolutos. Aquella preciosidad intentaba arrancar a la prisión
transparente las esferas de carne pavorosas y arañaba una y otra vez aquellas,
llenándolas de heridas. Finalmente, la minimísima pantera consiguió uno de los
ojos que cayó sobre un tapete de terciopelo rojo rodando a pesar de un hilo
nervioso. El gato continuó jugando, empezó a dar saltos de alegría sobre el
esférico molusco y a pasárselo de una garra a otra. El ojo rodaba sobre el
tapete impulsado por las patitas de la bestia en un silencio sepulcral. Parecía
una cosa viva que iba de un lado para otro perseguida por un tigre en
miniatura. El moaré rojo del tapete disfrutaba la presencia de un ojo humano
bestialmente sajado por un diminuto tigre. El gatito jugaba feliz, por último,
empezó a darle mordiscos mientras lo sujetaba con sus garras y en un
insignificante santiamén lo devoró, luego, satisfecho, el gato se puso a lamer
las armas utilizadas en la diversión. Pero no había pasado ni una hora cuando
la bola de peluche con cuchillos volvió sobre el contrahecho acuario de cristal
que guardaba la pareja viuda del asesinato para reanudar su glotona cacería. El
ángel con zarpas, símil perfecto de la hipocresía, volvió a meter su patita en
el ánfora terrorífica, esta vez costaba más trabajo poseer la sangrienta perla
que en el fondo de aquel cofre se pudría. Pero tras unos largos minutos de
furioso combate, el ojo, sajado y arañado con frenesí, pasó al contorno
estomacal del miau. La lámpara del techo, naranja y rosa, presenció la entrada
del dueño del gato que felicitó a su amo con un ronroneo eléctrico, mientras
éste le acariciaba el lomo. El amo observó que faltaban las joyas de la caja
fuerte de cristal labrado, y, consciente de la sed del diminuto ladrón de
terciopelo, vertió sobre un plato de metal el contenido de una botella de
leche.<o:p></o:p></div>
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<i>Marzo 23, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-17158016643474982012015-02-03T09:12:00.001-08:002015-02-03T09:12:39.042-08:00La Apisonadora.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Francisco Ruiz, transfigurado en
un ángel, sobre una apisonadora de trescientas toneladas, avanza por la calle.
El humo que escupe el trasero de la inmensa ballena es denso y repugnante,
combustión ineficaz de petróleos negros, densos y venenosos, tiene en su
interior de fantasma corrupto flores de goma quemada y moléculas de cáncer,
rabiosas y abrasivas, víricas. Pájaros azules de indescriptible belleza pasan
por la frente, por mi frente, del muchacho, extrañas luciérnagas de rojos
colores, débiles pulsaciones de oro, pero la peste del tubo de escape del
dinosaurio espolea y araña, desapacible, en la extraña alegría del jinete.
Suenan las danzas húngaras de Brahms, como un sortilegio de fantásticos
jardines, llenos de flores exuberantes. Se abren las corolas, exhalantes y
perfumadas, el aroma a bálsamo que habita en la música tiene esencias de fiesta
y oración. Se eleva la música plena de belleza, la armonía está cargada de
joyas magníficas, granates, rubíes, doblones de oro, hay un tesoro de
aguamarinas en cada nota. Pero el ruido que hace el eléctrico elefante corrompe
la espléndida antorcha con un humo estridente. El ruido ensucia la escena. El
mar está lanzando perfume pero hay un leviatán de plástico rasgando el sublime
velo. En el asfalto, los cochinos homosexuales, los sádicos y cochinos
homosexuales, gordos, peludos, como osos o monos o puercos, marranos como una
nausea, obesos como ánforas romanas, o lampiños y huesudos como arácnidos,
pegados con pegamento y desnudos, gritan ante el espanto. Francisco Ruiz
avanza. La máquina es un quebranto de bronce abrupto, una montaña que se mueve,
el jinete, un muchacho feliz. Un largo dinosaurio hace temblar la tierra.
Suenan las danzas húngaras de Brahms, el piano tiene estrellitas de azúcar en
cada nota, luceros azules del anochecer, es una marcha llena de equilibrio,
alegre, rápida, lenta, de scherzo soberbio, repleta de colibríes dorados,
repleta de libélulas violetas. Se brinda con vino dulce en las estribaciones de
las lilas, a pesar del lento y asfixiante olor a gasolina, que, como un cuervo,
interrumpe los lirios subyugantes. Los sodomitas de club y sauna, los puercos y
guarros maricones de peluche, los gays castigadores, se agitan en la calle,
desnudos y pegados al asfalto caliente, el sol lanza monedas de oro a la
multitud cochina, que se agita paroxísmica ante el avance. Algunos se arrancan
los trozos de piel pegados al suelo y se desgarran con gritos de dolor, azules
hasta el lapislázuli, para escapar de la bestia. Sobre el primer pie desnudo
cae la plancha de metal, aplastando al puerco, que grita como un demonio en
celo un aullido lleno de ácido, vinagre y tuétano. Se rompen los cráneos con un
sonido de crótalos rabiosos, los aullidos son colosales, es todo un gran
chirrido de ácido sulfúrico, espléndido. Los sádicos y obesos cerdos
homosexuales recuerdan su sadismo en los cuartos obscuros, sus acciones
parapoliciales, y dan gritos, chillidos de dolor, chillidos en los que se ve
todo el universo, estrellas de neutrones que colapsan y fagocitan trozos de
quasares. La música de Brahms suena sublime con caballitos del diablo, y
cristalitos de miel, pero los cochinos gritan y aúllan hastiados de zumo de
pomelo. Las tripas revientan, los huesos se parten, las carnes quedan
descoyuntadas, aplastadas ante el avance de Francisco, que saborea su venganza
con una felicidad maravillosa. Docenas de cuerpos de cerdos son machacadas como
babosas o caracoles o gordas y repugnantes cabrillas, y quedan como heces o
gargajos. El gay castigador cae reventado como un barrillo de pús con sangre,
no se pierde nada reventando una bola de sebo y pelo. Suena la música de
Brahms, sublime.</div>
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<i>Marzo 17, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-25283947007610423242015-02-02T07:41:00.001-08:002015-02-02T07:41:20.117-08:00El Arpa y la Araña.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El arpa estaba muerta en un
rincón, en su cuerpo de madera se contenían bengalas verdes, crisoberilos,
rodocrositas, mariposas, notas agridulces como brillos deslumbrantes,
cegadores, soles eclipsados, pero silentes, atrapados en una carcasa inanimada.
En un silencio de ónice, espeso como la brea, duro como los feldespatos, los
colibríes enjaulados no existían. El arpa estaba muda y el ébano de su madera
era mineral, negro, ocre. El silencio cortaba como una navaja, pero ni era
navaja, ni cortaba, ni hería, ni se repercutía en iridiscencia. El silencio era
muerte o zona neutral, ni blanco, ni negro, pero sobre todo carente de azul,
carente de violeta. En el silencio no había una libélula. El arpa estaba muerta
en un rincón, con un aroma a cirios apagados hace tiempo. Sobre el arpa tejió
la araña su seda. Con ocho patas el arácnido compuso una armonía sobre las
cuerdas silentes del instrumento, espectral y geométrica, matemáticamente
perfecta, se sostenía sobre el cuerpo de un céfiro sólido. La araña era macabra
y diminuta, diminuta y feroz. En el silencio esperaba un diapasón de díptero o
un diapasón de mariposa o un cascabeleo de débiles libélulas. Esperaba
siniestra e insomne, arquetipo soberbio de la paciencia, mecánica como un
resorte en tensión, sobre el otro resorte, el arpa, que muda guardaba un tesoro
de rubíes como chispas. Oculto fuego no encendido en el que una bruja edificó
su palacio de cristal que a veces la escarcha llenaba de perlas. Sobre el
palacio magnífico del artrópodo eléctrico cayó un lepidóptero de la humedad,
frágil como un cristal de azúcar, levísimo como un mínimo quebranto de plumas,
polvillo grís que podía deshacerse de un suspiro. La araña se precipitó sobre
la minúscula mariposa y devoró lo insignificante. Más tarde la luna atravesó
como un chorro de plata por la ventana y le dió un brillo argento a la tela de
la monstruosa. Una mosca repugnante, llena de ojos, sucia, puerca, hinchada de
huevos como un contenedor de maldad, se lanzó al amanecer sobre la trampa. La
araña descubrió el exquisito manjar de la cochina nerviosa y, sin
contemplaciones, en un fastuoso acorde que describiría tan solo un Chopín
heroinómano, merendó carne crecida en el estiércol. Allí estaba el arpa, esplendorosa
promesa de un concierto con flautas, juramento de libélulas al arcoiris,
enredada en la tela del arácnido que en el silencio establecía acordes de
dificultosa geometría compleja. Números imaginarios y notas anaranjadas hacían
equilibrios sobre un pentagrama jamás escrito. Dicen que en el fondo del mar un
pulpo de ocho brazos azul y negro protege un tesoro en el que se guarda el
Santo Grial. Un niño atravesó la habitación, se fijó en la promesa de una
armonía, y pellizcó un cabello a la sirena de ébano destrozando el cristal de
la tela de araña. Y un chirrido lleno de puñalitos de mermelada de limón rompió
el silencio de una habitación en sombras.</div>
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<i>Marzo 15, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-72690071111617140982015-02-02T07:39:00.001-08:002015-02-02T07:39:03.939-08:00Irreverencia en Extremadura.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aquel artista era un provocador
nato. A la manera de cierto autor del barroco que dibujaba rostros con frutas,
pescados o trozos de otros materiales, él, procaz y rallando, nó, sobrepasando
lo sagrado, y haciendo escarnio de la religión de sus padres, había dibujado y
construido un Jesús crucificado enteramente hecho de cuerpos de homosexuales
copulando. Los labios, las guedejas, los ojos, las llagas de un Cristo moreno,
toda su piel, eran un rompecabezas de obscenidad sin límites, un tatuaje y un
pastiche de cuerpos sodomitas que se bebían, que se penetraban, que se mordían
y estremecían copulantes y ansiosos. Diez mil efebos de Sodoma construían un
Jesucristo, y la misma cruz estaba formada a la manera de Arcimboldo por cuerpos
y cuerpos en actitud lasciva e indecorosa, con sus falos tiesos rodeados por
labios suplicantes, proyectando en conjunto y con absoluto pavor toda la escena
de la crucifixión más despiadada y sacra. ¿Cuáles eran las actitudes del
artista y por qué hacía aquello?, se había llegado a un estado de la cultura en
que todo, absolutamente todo estaba ya inventado, pintado, dibujado y
serigrafiado, si un artista quería obtener fama, por lo que fuera, por sexo,
avaricia, sentido de la moral o justicia, por lo que fuera, tenía que rizar el
rizo de la provocación, llegar más allá de todo lo absolutamente permitido,
blasfemar si era necesario y hacer escarnio de todo lo establecido. Y lo había
conseguido. Había salido su fotografía y su obra en el diario de mayor tirada
de aquella pequeña población capital de una santísima, marianocísima y
tradicionalisíma provincia, en la que mandaba el obispo casi tanto como el
alcalde. No es de extrañar pues que a los pocos días una banda de neonazis, más
por matar el tiempo que por hacer su justicia, más por distraerse después de
una noche de fútbol con derrota y alcohol sin mujeres que por poner en su sitio
a un ejemplar de la autodenominada izquierda, y más por aburrimiento que por
ninguna otra cosa, se abalanzase sobre el infortunado artífice muy cerca de las
estribaciones de la misma catedral. Armados con bates de béisbol y cadenas,
pantalones vaqueros ajustados y botas de cuero, persiguieron al émulo de Miguel
Angelo, por las estrechas y empinadas calles del centro entre gritos de te
vamos a partir todos los huesos del cuerpo maricón de mierda rojo cabrón. Por
eso cuando el artista sediento y sudoroso llegó a la puerta de la Catedral
entró sin pensárselo, a lo lejos se oían los estertores de la manifestación de
los lobos de ultraderecha y sus risotadas enormes, fantasmagóricas, sublimes.
Precisamente el Cristo de la Sed, traspasado de espinas, chorreante de sangre
de rubíes, con los labios en un rictus de agonía, moreno tanto que parecía
quemado, clavado en una cruz de carey que costó diez mil tortugas, y con unos
clavos, tan negros y tan duros como la brea, en las manos y los pies, observó
al artista en apuros esconderse en un confesionario mientras los
tradicionalistas católicos entraban en el sagrado, brutales, codiciosos y profanadores.</div>
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<i>Marzo 14, 2007</i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5457406798161036069.post-40265130991598743262015-02-02T07:34:00.002-08:002015-02-02T07:34:38.896-08:00Xcrit.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un Relatillo muy mediocre de
Ciencia Ficción para que matéis el tiempo.</div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Bajo la Luz de ese sol en Xcrit
todo es azul. La radiación se abre paso, una radiación ultravioleta tan intensa
que el día es azul, un azul violento y rabioso, que da cuchilladas frenéticas y
daña la piel, la quema en pocos segundos, como si de agua hirviendo se tratase.
Bajo esa pantalla de frenesí luminoso las cosas tienen la tonalidad y el matiz
fantasmagórico de lo sumergido en una discoteca. No hay vegetales ni animales
allí. Tan solo un desierto de arena azul cubierto de algas y musgos,
proyecciones detríticas de arroyos secos, y, en la estación lluviosa,
torrenteras bestiales. El traje protector brilla blanquísimo como un ascua
fluorescente, un rabioso pulso de piano o un toque de diapasón cristalino y
brutal sería capaz de acompañar el ascua fragorosamente blanca en que se
convierte cada silueta. Somos espectros bellísimos, atletas hermosísimos y
ángeles en medio de un bronco almíbar de ultravioleta. Figuras de simio humano,
de gorila humano de hombros anchos y brevilínea sublime, apuestas, seductoras
como arcángeles. Buscamos los diamantes, fosforecen iracundos en los valles secos,
junto a los musgos negros, en las hondonadas azules, despiden llamaradas
despiadadas bellísimas, fúlgidas, cegadoras. Ya todo de por si es cegador allí.
Brilla, rebrilla, y vuelve a brillar, hasta lo negro, hasta volver negra la
visión. Toda esa belleza para nosotros nos importa nada, sólo buscamos la
ganancia, somos ambiciosos, y por mor de ambiciosos somos insensibles. Por eso
hemos cometido asesinato. Matamos a nuestro capitán, quería sabotearnos el
beneficio, había pactado un quince y nos propuso un siete, tenía las llaves de
la caja, lo desnudamos en medio del desierto, se quemó vivo en media hora, nos
divertimos luego arrastrando su cadáver por el valle, dejó restos de tripas,
sangre, piel, y heces. Más adelante descubrimos un filón, en el despeñadero.
Había que descender en picado, bajo las poleas, allí estaba la veta madre del
diamante, brillaba como un chirrido y un relámpago, precisamente hubo lluvia
aquella noche, y se vieron raíces retorcidas en el cielo, carmesí como el vino
de un cáliz, granate hasta lo criminal. Hemos hecho una buena minería, nuestros
depósitos están repletos de material, la noche esta nos hemos entregado a una
bacanal de alcohol en la base, hemos bebido y hemos tomado Lectra, auténtica
Lectra destilada de cactus espinosos, vimos el cielo verde, era tan verde como
las pupilas de las huríes, yo hice el amor con una estatua, en mi habitación
estaba sensual y oferente, la poseí con vigor, luego la estrangulé, tire su
cuerpo al desierto, como un trapo sucio. No me arrepiento de nada, la hubiese
estrangulado siete veces más. En mi corazón hay un tigre, en mi cerebro una
montaña de estiércol, una mona huesuda que agarra una quijada de asno, una
mosca, un tábano de las selvas, avieso y lascivo, feroz, desaprensivo, podrido,
y mi cabeza es una tumba llena de esqueletos, su tuétano es la sangre que me
corre por las venas, me alimento de esa porquería como los ángeles y los dioses
de la ambrosia celeste. No me arrepiento de nada. Sé que tengo preparado el
patíbulo en Ondice quinto, y me río. Sé que han proscrito mi nombre y que
ofrecen por mi cabeza cien mil sestremas, y yo me recochineo en el aviso. Sé
que los sacerdotes me ponen de ejemplo. Y yo comulgo con Satán en Xcrit, mi
fortuna es capaz de comprar la salvación.</div>
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<i>Marzo 13, 2007<o:p></o:p></i></div>
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F.S.R.Bandahttp://www.blogger.com/profile/05447852357538664180noreply@blogger.com0